martes, 9 de diciembre de 2014

El caso de las sonrisas tristes (ST1-ST11)



El caso de las sonrisas tristes

A Juan, a veces, le gustaría dejarse llevar, apurar todas las copas y todas las mujeres que se le ofrecen, perder la conciencia, dejar de pensar; pero Juan no pierde jamás el control cuando está trabajando, en realidad Juan no pierde el control nunca. Dicen que por eso es uno de los mejores, que esa es la razón por la cual aún sigue vivo y por la que nunca ha sido descubierto.
A Juan, a veces, le gustaría dejarlo todo, pero nunca lo hace y sabe que, mientras pueda, no lo hará nunca.
Y cuando se siente tan cansado como está ahora, con tantas ganas de volver a su piso actual, a sus paseos por el Duero o a sus tardes de vinos tranquilos por las calles de piedra, piensa en esas sonrisas pintadas bajo unos ojos tristes que no han perdido aún la esperanza de un milagro.


El caso de las sonrisas tristes.2 (ST2)

Juan sí sabía prácticamente todo sobre Tina, sobre sus amigos, su familia, su trabajo...Y sobre Jules.
De hecho Tina había contribuido, sin saberlo, a que seleccionaran Zamora como su base de operaciones y le buscaran un piso franco justo enfrente del suyo; pero, claro, de todo esto Tina no tenía la mas mínima idea y, por su propio bien, lo mejor era que continuará así.
La primera vez que Juan oyó hablar de Tina fue cuando se desmanteló el tráfico de diamantes que se llevaba realizando a través de Europa desde hacía unos años, diamantes que burlaban todas los controles internacionales escondidos en barricas de vino. Al parecer Tina fue mas allá de la curiosidad habitual sobre los inhabituales movimientos de barricas dentro de las bodegas y se puso a investigar por su cuenta ayudada por Jules, el tonelero bordelés.
Así que "El misterio de las barricas que se mueven solas" fue la llamada de atención sobre la situación estratégica de Zamora y la necesidad de instalarse allí.
Lo que Juan aún no sabe es que conocer a Tina va a marcar un antes y un después en su vida. 
Y en la de ella.


El caso de las sonrisas tristes 3 (ST3)

Parecía la portada de una revista en su especial de navidad.
Ella, casi una niña, vestía de fiesta y estaba suavemente reclinada en un sofá de terciopelo burdeos sosteniendo una copa de vino blanco. La habitación olía a dinero y a buen gusto por encargo.
Juan miraba todo desde la puerta, registrando cada detalle sin moverse. Permanecía quieto, frío.

La escena con la que había empezado el día Tina era bien distinta. Tenía por delante un precioso sábado de otoño, con aire fresco y limpio, que venía cargado de amigos y de trabajo. Hoy en la bodega tenían mas reservas de las habituales, quizá por ser el día del Enoturismo, quizá por ser una de las épocas en las que el viñedo está mas bello.

Tina respiró a fondo cargándose de energía, disfrutando el paisaje.

Muy lejos de ella, en todos los sentidos, Juan maldijo como había terminado la noche y comenzado el día. Se acercó hasta el chester, cerró los ojos azules ya sin luz, miró por última vez esa sonrisa casi feliz y tan relajada como muerta. Tan joven, tan bella.
Se volvió bruscamente y salió de la habitación dejando que su gente se encargara de los detalles.


ST4.- Aterrizando

Tenía que quitarse del medio durante unos días. Con urgencia. Qué le siguieran viendo era demasiado peligroso y, por otro lado, tanto física como emocionalmente estaba exhausto. Llegó al piso franco el sábado de madrugada y se pasó el domingo entero durmiendo, aunque un par de veces hizo intención de levantarse, darse una ducha y salir a dar un paseo tranquilo, fue incapaz de soportar el peso de su cuerpo y de su conciencia.
Hoy lunes, sin embargo, se había levantado muy temprano y salido a correr por las orillas del Duero, dejándose envolver por la niebla que presagiaba un día luminoso y frío.
Tina salía del portal cuando él llegaba y, en el breve encuentro de saludos forzados por el momento y la prisa, vio que los ojos de Juan arrastraban algo tan oscuro y pesado que no supo muy bien si sentir miedo o pena.
Pero cuando él  propuso quedar al final del día para salir a tomar un vino, su voz sonó tan triste y tan ansiosa como una llamada de socorro. Y ante eso, ella nunca supo negarse.



ST5.-Viéndolas venir

A Tina le gusta llegar antes a las citas y situarse de forma que pueda ver llegar a los otros. Y si ha quedado con un hombre que le gusta, con mas motivo. La voz y la manera de moverse, de caminar, son claves de seducción para ella. Por eso llegó con tiempo a la cita con Juan y le esperó a la puerta del bar para verle atravesar la Plaza.
Juan caminaba con paso decidido, casi marcial si no fuera porque tenía una cadencia rítmica en la forma de mover sus hombros, como si fuera abriendo suavemente una cortina ficticia que le plantaba el viento.
Si, realmente a Tina la perturbaba este hombre, sentía una atracción que iba mas allá de su atractivo físico innegable que hizo que algunas personas perdieran el hilo de sus conversaciones y el interés en sus respectivos grupos cuando entraron.
Juan, sin embargo, parecía no tener ojos mas que para ella. Pidieron dos copas de un Toro joven y unas croquetas de boletos. Juan levantó su copa y brindo con Tina sin decir palabra. La miró como si estuviera calibrándola, la miró de una forma tan intensa que Tina se sintió como si él estuviera escaneando todo lo que ella se guardaba siempre muy dentro.
Juan, por primera vez, se estaba planteando si podría dejarse llevar por su instinto y confiar en alguien, confiar en ella. Necesitaba poder hablar, quitarse el disfraz y poder vivir fuera de su trabajo, aunque solo fuera a ratos. Sin embargo eso podría suponer un peligro para Tina, él lo sabía, y le asustaba mas que sus propios riesgos.


ST6. -Deja que hablen los vinos

No se si te interesa conocerme, Tina. Sé que mientras me miras estás pensando que no sabes nada de mi y no sé si eso es precisamente lo que te atrae.

Naturalmente Juan no lo estaba diciendo en voz alta. Entre vinos y pinchos llevaban más de dos horas juntos sin parar de hablar. Tenían una pasión común con el cine y Tina trataba de inculcarle también su pasión por el vino y lo estaba consiguiendo: era fácil con el nivel y la variedad que tenían los bares de Zamora y el entusiasmo contagioso con el que ella hablaba de su trabajo y su vida, tan ligada a la viña y al vino como la de Juan al delito y al riesgo, aunque ella aún no lo supiera.

No se si te interesa conocerme, Tina, volvió a repetirse para sí mismo como un mantra que ya presentía que no se iba a cumplir.

Nunca había estado enamorado, nunca había tenido una relación en la que hubiera algo más que sexo de por medio. Y ahora, cuando menos lo esperaba, cuando menos falta hacía, se encontraba con una mujer como ella, con un sueño, el sentimiento absurdo de que no podía prescindir de verla, de escucharla y dejarse llevar a su lado.

Juan tampoco tenía con Tina la confianza suficiente como para preguntarle si estaba saliendo con el francés. Se estaba comportando como un adolescente, buscando encuentros, provocando citas en las que no pasaban de estar de vinos y conversación, despidiéndose luego castamente al llegar a casa.

Se dio cuenta de que llevaban ya un rato callados y Tina estaba mirándole fijamente, como si quisiera leerle. Juan vio que esos ojos verdes con chispitas brillaban llenos de preguntas que iban a brotar en cualquier momento.

Y entonces sí, sin darse cuenta, quizá por efecto del vino, pronunció en voz alta:

No sabes nada de mi, Tina, y no se sí te interesa conocerme.

El móvil de Juan sonó sobresaltándoles, como un despertador sacándoles del sueño.


ST7 y ST8.Las sonrisas tristes : hoy capitulo doble

Tina vio el cambio de expresión de la cara de Juan, su mirada se había congelado al atender la llamada, su voz cambió y los escuetos monosílabos con los que contestaba tenían una dureza cortante. Finalmente colgó y dio un trago a su copa de vino, apurándola. Parecía muy cansado, mucho mayor, triste.
Tina no pudo resistir la tentación de acariciarle la cara, con ese tipo de caricia que se reserva para consolar a un niño. Él retuvo su mano y la besó suavemente en la palma, reteniéndola.

Mañana tengo que salir de viaje muy temprano, no sé cuanto tiempo estaré fuera esta vez. Mira, Tina, tengo un trabajo que me exige una concentración absoluta y desde que te conozco no la tengo. Mi sentido común me dice que me aleje de ti, pero no puedo. No sé que siento por ti, pero sé lo que siento contigo.
No, no te asustes, no te estoy pidiendo nada, ni siquiera quiero preguntarte nada ahora, tampoco quiero preguntas que no te puedo contestar; pero si vuelvo, antes de nada tenemos que hablar. Si tu quieres, claro.

Me gusta estar contigo Juan y no sé que razones tendrás para tanto misterio, yo no te he preguntado antes y no voy a hacerlo ahora continuó Tina—. Sé que te puede parecer ridícula la confianza que he tenido contigo desde el principio, pero es que yo soy así con todo el mundo; pero contigo además hay veces, como ahora, que me dan ganas de abrazarte, de mimarte para devolverte la sonrisa, de curarte esas heridas que, cuando te descuidas, sangran en tus ojos. Y sé que no puedes ser malo.

Puedo ser malo para ti, créeme, puedo hacerte daño aunque no quiera, puedo complicarte la vida y meter en tu mundo el mío, que no es ni limpio, ni cómodo, ni agradable.

Has dicho que hablaríamos a tu vuelta, no ahora dijo Tina.

¿Y él?  se sorprendió preguntando Juan— veo que no le gusto y que te quiere. No quiero romper lo que tienes.

Jules es mi amigo y nos divertimos estando juntos. Además trabajamos en el mismo sector, tenemos muchos intereses en común

Y os acostáis.

Tina se quedó mirándole sorprendida. Ella no le había contado nada sobre Jules y ellos dos no habían hecho más que cruzarse un par de veces en la escalera. Jules había sentido desde el principio un rechazo irracional por Juan, unos celos absurdos que Tina había tratado de tomar a broma explicándole que no tenía mas que una relación superficial con Juan, lo cual había sido cierto hasta hoy. Sin embargo el instinto de Jules no le engañaba y había descubierto antes que ellos la atracción que ahora ya era palpable.

Has dicho que hoy no habría preguntas —cortó Tina al tiempo se ponía la gabardina como punto final a la conversación. Venga, vámonos.

Al salir de Lasal había vuelto a llover con ganas. Compartieron el paraguas y Juan le pasó el brazo por encima del hombro para cobijarla. Tina se paró, volviéndose hacia él sin soltarse y levantó la cara para mirarle.

Así que no tienes ni idea de cuando vas a volver... Bueno, pues sea cuando sea creo que no puedo esperar tanto. Bésame ya, ahora, sin más. Necesito averiguar si me gusta como sabes.

Juan vio la determinación en su mirada, la madurez con la que le reclamaba y le volvió esa sensación de adolescente nervioso e inexperto que tenía con ella. No podía salir huyendo y su cuerpo no podía seguir aplazando lo inevitable. Comenzó a besarla con suavidad, rozándola apenas, dejando que sus labios se deslizaran por la cara mojada por la lluvia. Pero era como tener sed y tratar de saciarla humedeciendo los labios. Ahora que habían empezado no creía que hubiera fuerza humana que pudiera detenerlos.


ST9.-Dorando la píldora

El AVE llegó tan puntual como solía. Buscó el ostentoso coche que le habían adjudicado y repasó que todo estuviera en orden. Tenía la documentación y el arma pegados bajo el asiento del conductor y un bote de chicles lleno con las pastillas de muestra. Condujo hasta el restaurante en el que habían quedado y agradeció que tuviera aparcacoches, no le apetecía nada ponerse a dar vueltas buscando un hueco en el que dejar el Bentley.
Los otros tres ya estaban sentados a la mesa y vestían con tanta elegancia como él mismo. Se analizaron mutuamente, se midieron, mientras se saludaban y calibraban relojes y móviles, ese tipo de galones con que miden el estatus algunos hombres.
Cambiaba de piel y de ropa. Cambiaba la voz, el acento, la expresión y la forma de moverse, nunca pensó que sus años de arte dramático le servirían para esto. Podía cambiar sin ningún esfuerzo todo, menos su nombre, siempre era Juan, o John, o Jean. Mantener el nombre propio era echar un ancla para no dejar que las marejadas que azotaban su vida arrastraran su cordura. Y eso nunca le había causado problemas.
Ellos eligieron el vino por marca y por precio, al igual que el coche, el traje y el restaurante. El sonrió, pensó en Tina, y, por primera vez en su vida reclamó la carta de vinos. Llevarles la contraria, consultar con el sumiller y elegir un tinto como lo hubiera hecho ella, le dio, también por vez primera, una visión de los cambios que se iban a producir en su vida si la dejaba entrar.
Al terminar la comida, después de tratar de entregas, plazos y precios, Juan les ofreció su bote de chicles y les dejó para que alargaran a solas la sobremesa mientras comprobaban si las pastillas causaban el efecto buscado.


ST 10.-Distintos paisajes, distintos puntos de vista

Juan contaba con ello y se lo puso fácil. Desde que salió del restaurante y recogió el coche su instinto detectó a los que le seguían y, más que conducir, les condujo hasta su hotel con toda la tranquilidad que le permitía el tráfico de Madrid en un día de lluvia. Eso era exactamente lo que estaba buscando, ser el que marcara las pautas, dejar que le vigilaran y hacerles creer que podían tener controlados todos sus movimientos. Desde que siendo adolescente leyó "La carta" de Poe, aprendió que no hay mejor forma de ocultar algo que dejarlo a la vista de todos.

Tina estaba en la bodega y miraba la viña, que aún no había acabado de perder las hojas, mientras esperaba a que los demás terminaran de preparar los vinos para la cata. Seguía lloviendo y las labores en el campo estaban a la espera. Ahora, con los vinos ya hechos sobre la mesa, podían hablar de una calidad excelente en la cosecha.

Se llevó la primera copa a los labios mientras miraba abstraída las gotas que se deslizaban por el cristal, como una cortina. Y ese primer sorbo la arrastró hasta la intensidad del momento que había vivido con Juan, de ese primer beso con sabor a principio y a fin, a incertidumbre.
Un anticipo de lo que puede ser que al mismo tiempo dice no sé que va a ser esto.

Sin darse cuenta lo había expresado en voz alta y como la cata era para decidir sobre el futuro de unos vinos que aún tendrían que pasar tiempo en barrica, todos interpretaron que era a eso a lo que se estaba refiriendo.

Moviéndose en otro universo, muy lejos de ella, Juan estaba en la recepción del hotel sintiendo el contrapeso de su pistola a la mirada del tipo que le estaba observando mientras simulaba una conversación silenciosa a través del móvil.


ST11.- Ahora me ves, ahora no me ves.

Juan vio como el tipo de la eterna conversación con el móvil en la calle, pedía fuego a alguien que estaba a punto de entrar al hotel: lo estaba marcando. Este último, una vez dentro, se colocó a su lado en el mostrador de recepción mientras él firmaba y mantenía la típica conversación con la recepcionista sobre el tiempo y las claves wifi. Ya listo y dirigiéndose al ascensor, Juan se volvió apenas y dijo en voz alta:

Espero la visita de una amiga, le dice que suba a mi habitación cuando llegue, por favor.

Subió, se desembarazó del traje y se dio una larga ducha, sin pensar en nada, desconectando, preparándose para el cambio.
Apenas le había dado tiempo a ponerse los vaqueros y una camiseta cuando su contacto llamó a la puerta.
Laura entró tan llamativa como requería la ocasión, su cuerpo permitía la ropa que llevaba y su larga melena rubia lanzaba destellos cada vez que movía la cabeza. Juan continuó vistiéndose mientras intercambiaban información.

El tío que han dejado de guardia me ha oído preguntando alto y claro por tu habitación y, por la cara que ha puesto, espera que estés a punto de empezar a pasar un buen rato.
Puedes salir tranquilo, Juan, con esa pinta no te conocería ni yo, no tienes nada que ver con el estirado hombre de negocios con el que tratan; pero te sobra la gorra, mejor déjame que te despeine con un poco de arte dijo Laura ¡Perfecto! Ahora si pareces un turista de compras por Chueca

No voy a volver hasta por la mañana, pero tú vete dentro de un par de horas, pensarán que con eso ya he tenido bastante antes de caer rendido . Y recuerda que son peligrosos Laura, no quiero que corras riesgos.

Un huésped que salía ensimismado en su mapa de Madrid tropezó con una pareja que entraba arrastrando sus maletas a recepción, pidió disculpas en inglés al salir rebotado y chocar con la espalda de un tipo que hablaba por el móvil a la puerta, este comenzó a maldecir entredientes contra los gilipollas de los guiris, mientras Juan, aún sin acabar de estirarse para recobrar su estatura, se alejaba del hotel plegando el mapa y con la sonrisa en los labios.

Sin embargo la sonrisa y él se quedaron de piedra cuando, a los pocos metros vio a Tina sentada en una de las terrazas de la plaza.
Siguió caminando, pero su instinto le dijo que ella le había reconocido.

lunes, 8 de diciembre de 2014

El caso de las sonrisas tristes (ST12-ST15)


ST12.-Empecemos a iluminar las sombras.

Tina se quedó mirándole mientras se alejaba. Estaba segura de que era él. Y estaba segura de que él también la había visto. Raro, distinto, con otro color de pelo, como disfrazado... Pero era Juan.
Ni siquiera después del beso que le arrancó y puso a flor de piel lo que ambos sentían, llegó a saber de él más que su nombre. Cuando se despidieron, Tina pensó que podrían no volver a verse nunca y que ni siquiera sabía su número de teléfono.
Y ahora, que contra todo pronóstico, el destino les hacía cruzarse, le había dejado pasar sin llamarle y sin que él se detuviera

Fiarse de su instinto, no desdeñar las señales y la rapidez en la toma de decisiones, no sólo le habían mantenido vivo sino que le hacían ser uno de los mejores en su profesión. Obviamente había otras cosas, pero esas se conseguían a base de formación y esfuerzo y eran condición previa para pensar siquiera en dedicarse a su oficio. Así que una vez más, pero por motivos muy distintos, Juan se dejó guiar y entró en la primera tienda de móviles que vio, compró un prepago y salió a la calle dispuesto a enviar un mensaje a Tina. Era el momento de empezar a aclarar las cosas, estaba seguro, no podía seguir así y haberla visto sentada en una terraza cuando salía de hotel tras haber burlado a sus vigilantes era claramente una señal de que no podía seguir manteniendo a Tina al margen de su vida.
Y él sí sabía desde hacía tiempo su número de móvil... entre otras muchas cosas.




ST13.-Agarrando al destino por los cuernos

No es que a Juan le entusiasmara ese tipo de música y no había escrito un poema en su vida, pero esa canción parecía escrita para ellos. Y ese fue el mensaje que envío.

Tina vio iluminarse su móvil sobre la mesa y creyó que era uno tantos mensajitos con fotos, músicas o chistes, pero, lo miró de todos modos.
Un video de Baute. ¿Colgando en tus manos? ¡Quién demonios le mandaba eso! 
Seguido llegó otro, del mismo número desconocido con un texto escueto:

Está claro que manda el destino. Te espero a las 12 en el Glass Bar del Urban. J.
.


ST14.-Sin más dilación.

Como siempre Tina estaba ya esperando cuando él llegó. Había recuperado la apariencia que ella conocía, el pelo volvía a ser tan castaño como sus ojos y había vuelto a su forma de andar, de vestir y a su mirada abierta y franca.

Me reconociste dijo Juan, y no había ni dudas ni preguntas en su tono de voz.

Fue justo una fracción de segundo en la que te quedaste parado, mirándome, e hiciste ese gesto inquisitivo tan tuyo y al mismo tiempo sentí una punzada de dolor y miedo. Miedo de no volver a verte, dolor por miedo a haber sido engañada dijo Tina reforzando con su expresión sus palabras.

Nunca te he mentido replicó Juan

Nunca me has dicho nada le respondió Tina.

Voy a hacerlo ahora y después de oírme serás tú la que decidas si me aceptas en tu vida, con todo lo que eso implica, o nos despedimos aquí para siempre con tu promesa no volver a verme nunca, aunque me encuentres, aunque me veas.

Me estás asustando dijo Tina

De eso se trata. Tengo que asustarte para que te des cuenta de que esto no es un juego y no va a ser fácil. Voy a empezar contándote una historia, la de las sonrisas tristes, una historia que comienza con la muerte de una mujer joven, muy guapa, una muerte que yo no pude evitar y de la que me siento responsable.


ST15.-Las corrientes nos arrastraron hasta aquí

Hace meses que apareciste en mi vida, Tina. Jules y tú descubristeis el tráfico de diamantes que se llevaba a cabo utilizando las barricas y aprovechando el movimiento continúo de camiones que hay entre Francia, España y Portugal. Vuestra denuncia fue anónima, es verdad, pero en la investigación salieron a flote vuestros nombres y se puso de manifiesto la importancia estratégica de tu zona.
Tengo un informe completo sobre ti, un informe que se hizo aún mas exhaustivo cuando decidieron montar una base de operaciones en Zamora, un piso franco frente a tu piso. Y eso sí que fue coincidencia, no se buscaba ni que fuéramos vecinos, ni que yo entrara en contacto contigo, pero la ubicación, el tamaño y las características del edificio hicieron que fuera el mas adecuado.
Antes de que me instalara enviaron a preparar el terreno a una persona de mi equipo, la que tu conociste como mi madre y que no lo es. Ella fue la primera en hablarme de ti, entusiasmada y al mismo tiempo dolida por tener que engañarte.
Estaban sentados frente a frente, separados por la mesa y por unos meses de los que aún le quedaba a Juan mucho que contar. La cara de Tina no decía nada, estaba rígida, atenta, sin reaccionar. Juan se quedó en silencio y mirándola entre anhelante y preocupado.

Di algo, por favor.

No antes de saberlo todo. Me habías dicho que todo empezó con la muerte de una mujer. Continúa.

domingo, 7 de diciembre de 2014

El caso de las sonrisas tristes (ST16--ST19)

ST 16.-Sólo para tus ojos

Y continuó. Fue poniendo una tras otra todas sus cartas sobre la mesa, mientras Tina escuchaba sin pestañear.
Juan se había visto sometido a muchos interrogatorios en su vida, había pasado por el tercer grado de los suyos y de los otros, se le había entrenado para ello; pero no estaba preparado para desnudar su alma, para ir contando los hechos ante unos ojos que sólo esperaban en silencio lo que él quisiera darles y por los que estaba viendo pasar reflejadas las escenas que él iba desplegando, viéndolas y reviviéndolas en ella, con el asombro, el horror y el miedo que no le había dado tiempo a sentir en su momento.
Tampoco estaba preparado para no ver el mas mínimo atisbo de duda ante un relato cuajado de situaciones límite en las que él había tenido que intervenir: ella le creía.
Inconscientemente, mientras hablaba, había subido sus mangas, como el mago que quiere mostrar que no hay nada escondido, que todo está a la vista y que ya no hay más trampas. Y cuando al terminar de hablar Tina le pasó la mano por el pelo, para dejarla luego sobre su antebrazo desnudo, supo que ella lo aceptaba.




ST 17.-Pero la realidad siempre supera a la ficción


La viña en esta época del año aparecía despeinada, apenas queda ya ninguna hoja y los vientos de otoño agitan las varas que están esperando la poda. Es un paisaje desaliñado, un poco resacoso, como recién levantado después de una larga noche de fiesta. Tina estaba caminando entre las cepas y sentía que, si se pudiera ver, su estado de ánimo tendría el mismo aspecto que ellas.

Juan, finalmente, había optado por sincerarse. Según él habían sido demasiadas las coincidencias para no tomarlas en serio, el destino le empujaba a ponerse en sus manos. Sí, como la canción. Sin embargo aquí la letra era más larga y más compleja.

Durante el par de horas que  le había estado escuchando contar con tanta sencillez historias que parecían entremezclar capítulos de las series de AXN o Calle 13. se había sumido en un estado de estupor que la había dejado anestesiada para reaccionar. Y, a pesar de que los medios, la ambientación y los delitos de los que hablaba eran tan modernos, ella se veía como formando parte de una película de cine negro en blanco y negro.

Infiltrado. Un infiltrado muy bueno, uno de los mejores, según él. Y, por lo que a ella atañía, podía dar fe, le sentía presente en todas sus fibras. Y eso es lo que asustaba tanto. Tina no tenía miedo a verse involucrada por el trabajo de Juan ni por sus riesgos, vivir siempre es un riesgo, lo que tenía era miedo a verse involucrada en su vida.


ST18. Cegadas por el brillo de las luces.


Ellas seguían creyendo en los cuentos de hadas y cualquiera puede hacerse pasar por príncipe azul y conquistarlas con coronas de cartón y purpurina. Caen atrapadas, atraídas por el brillo de un hombre guapo y rico, un hombre de película al que creen haber embrujado, que llena de regalos y ropa bonita, las mima e introduce en un mundo al que se han acostumbrado viendo culebrones y leyendo novelas. Son guapas, muy jóvenes y con estilo. Beatrices arrancadas de la clase media que son conducidas en un viaje rápido por el paraíso para dejarlas caer inmediatamente en un infierno en el que no falta ninguna de las opciones de un menú que Dante no llegó a conocer ni de lejos.

Eran la especialidad de la banda, el bocado con el que premiaban a sus clientes especiales.

Juan llevaba ya más de un año tras ellos y estaba a punto de desmantelar todo el entramado. La última comida con la cúpula había sido crucial para conseguir la información que le faltaba y se iba a dejar la piel para conseguirlo. Se lo debía a esa chica que, no pudiendo soportarlo más, había preparado un último viaje burbujeante con Cristal y cristal, dejándose ir, más bella que nunca, sonriendo a la única salida digna que creía que le quedaba.

Tenía continuamente clavada esa sonrisa triste, como bandera de todas las chicas que él había visto explotadas por el Inglés y para otros como el Inglés.
Y tenía iluminándole la mirada franca de Tina, a la que se había prometido no volver hasta terminar con este caso.


ST19.- Punto y aparte.

Todo salió según lo previsto.
Al Inglés le gustaba utilizar los diamantes como medio de pago y así unir un tráfico con otro, no perder ocasión de llevar a cabo un negocio. Era una transacción importante, no sólo por el volumen sino porque suponía la apertura de un nuevo mercado y al mismo tiempo el hallazgo de un nuevo proveedor que, al contrario de la gente con la que venía trabajando, no apestaba a vulgaridad y delincuencia.
Un tipo elegante este Juan. Misterioso, callado, discreto..., sin mas preguntas ni mas respuestas que las estrictamente necesarias. Sin tratar de intimar. Business is business puro y duro.

Juan no quería que atraparan al Inglés en la redada. Tenía organizado todo segundo a segundo y preparada minuciosamente la huida en la que le llevaría consigo. A él le quería fuera y quería además que le debiera una, seguir ganando su confianza para ir conociendo al resto de contactos laterales y superiores. El Inglés no era mas que la imagen, Juan estaba seguro de que el cerebro lo tenía otro.
Y sí, todo salió según lo previsto, así que podía desaparecer por unos días, no la temporada que había dicho el Inglés que convenía que se quitaran del medio y no tuvieran contacto, pero sí por unos días.
Con o sin niebla, Juan tenía por delante un luminoso y largo fin de semana.

sábado, 6 de diciembre de 2014

El caso de las sonrisas tristes (ST 20-ST23)


ST 20.-El influjo del reflejo de la luna

Condujo toda la noche sin parar más que para tomarse un café y cambiar de coche en el punto concertado. Era una paliza, pero prefería conducir, evitando dejar rastros por los aeropuertos. Además le relajaba mucho viajar solo, poner música y dejarse llevar por ella.
Dejó aparcado el coche justo detrás de los camiones en el inmenso parking del área de carretera. Fue a la barra, pidió también un bocadillo con aspecto gomoso y preguntó al camarero si de casualidad tendría algo para el dolor de cabeza o si tendría alguna farmacia de guardia cerca. Al tiempo que el camarero le decía que no, un tipo con aire bonachón se acercó a ofrecerle una pastilla, mientras discretamente le deslizaba en el bolsillo de la chaqueta las llaves del coche de relevo que le estaba esperando.
No había avisado a Tina de su llegada y podía encontrarse con la desagradable sorpresa de que ella se hubiera ido de fin de semana. O que estuviera con alguien. O que estuviera con Jules.
Tina no tenía porqué cambiar su vida ni siquiera si decidía dejarle formar parte de ella, incluso si lo hacía, tendrían que mantener una cierta distancia de seguridad y, por supuesto, los dos pisos. Pero…¿qué estaba pensando? 
La luna llena que iluminaba el Duero cuando por fin llegó a Zamora le debía de estar afectando para pensar en vivir con una mujer con la solo se había besado una vez.
A duras penas se mantuvo despierto mientras se daba una ducha antes de dejarse caer en su cama y dormir tan profundamente como no recordaba haberlo hecho desde hacía años.
Despertó desorientado, ubicándole la fachada modernista del edificio que estaba frente al suyo y que veía a través de la ventana de su cuarto. Era casi mediodía.
Chequeo su correo sin levantarse de la cama, asegurándose de que todo seguía en orden y podía disfrutar de unos días libres.
Y decidió no llamar a Tina.
Decidió dejar que fueran el azar o ella los que decidieran el encuentro.




ST 21.- Dando vueltas a la hoguera.

Dejar que fueran el azar o Tina los que decidieran el encuentro, cuando compartían el rellano del mismo edificio, era fácil y bastante infantil, era tanto como decir: no quiero forzarte a verme, pero no te va a quedar otro remedio.

Aún teniendo días libres Juan debía mantener una serie de rutinas de trabajo y no podía dejar de hacer, al menos, media hora de entrenamiento, así que, no sin esfuerzo, salió por fin de la cama y se dispuso a cumplir con todas las tareas lo antes posible para poder salir a correr un rato.

Tina había madrugado para dar una vuelta por la viña y disfrutar del brillo de la primera helada. Vio como las visitas entraban y salían, se acercaban hasta las cepas para probar los racimos que colgaban solitarios después de haber escapado a la vendimia. Uvas dulces a las que ya quedaban pocos días. Sarmientos desnudos listos para ser podados y alimentar hogueras. Fuegos purificadores tan tradicionales en estas fechas. Corros para compartir castañas, ritos en los que no faltaban el cordero y el vino.
No era mala idea organizar algo con todos los ingredientes para hacer que esta noche de luna llena tuviera la magia que pedía la fecha.



ST22.- Confesándose con Yago

Tina necesitaba hablar con alguien, tenía que poner en limpio sus emociones o iba a volverse loca, así que se fue a casa de su mejor amigo, su confidente, Yago.
Se lo encontró inmerso en su último proyecto y había convertido en mesa de trabajo toda la habitación.
Yago era guapo cuando estaba callado y quieto, como para hacerse una foto, pero cuando empezaba a manejar todas sus armas de seducción, cuando hablaba y cuando miraba, era muy difícil centrarse en la conversación para cualquier persona que no fuera Tina, que le conocía demasiado y le quería casi como a un hermano.

Yago sacó una botella de vino, sirvió dos copas y se dispuso a escucharla en silencio. A los dos les pasaba lo mismo cuando tenían problemas, necesitaban ser oídos por el otro para ver las cosas más claras.

Se llama Juan-dijo Tina-no se exactamente que edad tiene, cerca de cuarenta calculo, uno noventa y algo, muy, muy atractivo. Bueno, ya lo conocerás. Es el vecino del que ya te había hablado, el misterioso, el que va y viene porque tiene un trabajo que le obliga a viajar mucho.
-El vecino por el que estás colada desde el primer día que le viste-dijo Yago-. Y te asusta lo que sientes.
.


ST23.- No hay sábado sin sol...

Correr era para Juan bastante más que mantenerse en forma, hacerlo junto al Duero le parecía un regalo, uno de esos placeres cotidianos que la vida le había enseñado a apreciar tanto.
Vivir siempre caminando por el filo, tener que sumergirse en el fango para sacar cosas en limpio, la peligrosa adrenalina que sentía cuando estaba expuesto al riesgo, necesitaban la purificación de correr hasta agotarse, romper la niebla empujándola con sus hombros y disfrutar de los reflejos de la ciudad sobre el rio entre dos luces.

Tina salía a la calle medio dormida, con la pereza de las mañanas de sábado. No estaba preparada para encontrarse con ese pedazo de hombre que llegaba corriendo con la camiseta pegada por el sudor, como una provocación a cualquier intento de razonamiento. Ella se quedó sujetando la puerta para dejarle entrar y él entró al portal absorbiéndola entre sus brazos como un tornado. Se quedaron allí, quietos, abrazados, sin hablar, bloqueados por la intensidad de las emociones que estaban sintiendo.

Rita, la anciana que vivía en el primero, se quedó mirando con ternura a la pareja mientras arrastraba el carrito sigilosamente por el portal, de vuelta del mercado. Amor y pasión, eso es lo que cuenta, pensó, lástima que a veces sea demasiado tarde cuando lo aprendemos.



lunes, 10 de noviembre de 2014

Juan, el misterioso vecino de al lado






Tentaciones

Intriga. 
Después de dos meses cruzándose en la escalera y una tarde compartiendo vinos y paseo por las calles de Zamora después de verse por casualidad, Tina seguía sin saber prácticamente nada de su vecino Juan. No había atravesado nunca la puerta de su piso ni, al parecer, la de su confianza.
Ella, por el contrario, se había encontrado extrañamente predispuesta a las confidencias con este hombre que emanaba seguridad y que parecía ir creando a su paso una atmósfera protegida que le envolvía como un manto.
Era innegable su atractivo, pero sentía que él estaba moviéndose a años luz de su órbita. Para Tina pensar en Juan era casi como hacerlo del protagonista de una película, sabiendo que nunca bajaría de la pantalla para sentarse con ella y acariciarle la mano.
Sin embargo, cuando esa tarde llego a casa, mientras intentaba encontrar las llaves en las profundidades de su bolso, oyó la música atravesando paredes y supo que él estaba allí, miró la cesta de setas recién cogidas que colgaba de su brazo y sintió que el espíritu de caperucita se adueñaba de ella.
Ni miel, ni pastel, ni abuela a la que visitar. Era otro el argumento del cuento que se disponía a escribir. Era otra la puerta la que iba a llamar.
La tentación de un magnífico ejemplar de lobo solitario bien merecía correr el riesgo de atravesar el bosque sola.


J2.-Escondido tras la lluvia


Dejó la pistola refugiada en el mueble de la entrada, a mano, pero no a la vista, y se estiró a conciencia sintiendo como se liberaba cada uno de sus músculos, como si ellos también sintieran que había dejado un peso enorme condensado en los 900 gramos largos de su HK.
Había sido un gran día.
La lluvia le había ayudado disimulando su persecución en coche, dejando que su capucha pasara desapercibida entre los chubasqueros y paraguas que poblaban la calle cuando había tenido que abandonar el vehículo y continuar a pie.
Y ahora, por fin, ya era suyo y estaría fuera de la circulación una temporada, quizá no todo lo que le gustaría, pero si lo suficiente como para que ese indeseable quedara marcado con una señal de aviso para indefensos.
Como era ella.
El timbre le sobresaltó y escrutó por la mirilla. Y allí estaba Tina. Parecía tan frágil e insegura, mirando alternativamente la puerta cerrada detrás de la que él estaba y la de su propio piso, que ella, previsora, había dejado abierta como para facilitarse un refugio rápido si tenía que escapar.


J3.- Jugando con fuego

La puerta se abrió y un Juan desaliñado, con aspecto de estar muy cansado y necesitado de una ducha, recibió a Tina con una sonrisa, pero sin invitarla a pasar.

Tina pensó que para ser la primera vez que se atrevía a pulsar el timbre de su vecino, había elegido el peor momento y se iba a encontrar con una negativa radical cuando le invitara a cenar. Sorprendentemente pareció encantado por la propuesta y dijo que sólo necesitaba que le diera media hora para darse una ducha y hacer un par de llamadas.

Amanitas, boletos, un crianza…¡Tu si que sabes tentar a un hombre, vecina!

Una vez a solas Juan no quiso pararse a pensar que no era una buena idea, que no podía permitirse estar demasiado tiempo con nadie, que no podría evitar preguntas eternamente y que tampoco le gustaba mentir fuera de sus horas de trabajo. Pero, ¿acaso tenía horas fuera de trabajo? ¡Qué iluso!

Sin embargo ese día había terminado satisfactoriamente una misión y seguía vivo. Se merecía una cena tranquila en un terreno neutral y seguro en el que no tuviera que estar controlando entradas y salidas, ni más pendiente de lo que pasara en las otras mesas que en la suya propia.
La investigación previa a su mudanza había sido exhaustiva, incluso una veterana agente que se hizo pasar por su madre, pasó una semana entablando conversación e investigando a sus vecinos. El sitio era seguro. Tina era segura.

Más que desnudarse se arrancó la ropa para entrar en la ducha y borrar las alertas que le estaba enviando su conciencia. Subió la música y desconectó el teléfono: no pensaba dejar que nada interrumpiera su cena de esta noche.


J4.-On the road again.

Juan tenía una relación almodovariana con el teléfono y sus móviles se habían acostumbrado a ir vestidos con chaleco antibalas para protegerse de los ataques que recibían. Aquella madrugada no fue una excepción y, si bien lo recogió de la mesilla y contestó suavemente, a medida que avanzaba la conversación sus facciones se fueron endureciendo. No le estaba gustando nada lo que oía. Al colgar había saltado ya de la cama, encendido la luz y tomado unas notas rápidas e ininteligibles que rubricó lanzando el teléfono al sillón sobre el que había dejado su ropa la noche anterior al volver del piso de su vecina.
Qué lejos le parecía a Juan en este momento su tranquila cena con Tina.
Su vecina simbolizaba todo lo que él ansiaba y apenas tenía: placeres y problemas cotidianos, amigos, charlas sobre cine y literatura. Cenas con vino y sin más armas ocultas que las de la inteligencia y la seducción innata que ella usaba de forma inconsciente, haciéndolas así aún más efectivas.

No podía pensar en eso ahora. No debía. Repasó rápidamente todas las medidas de seguridad antes de elegir un pasaporte, coger su bolsa de viaje y cerrar el piso esperando volver, sin saber si lo haría.



J5.- Y Juan sigue siendo un misterio

La disculpa era invitarle a una cata vertical, pero cuando Tina llamó al timbre no hubo respuesta y, en ese momento, se dio cuenta de que no tenía ninguna otra forma de contactar con él. Ni un número de móvil, ni una dirección de correo: nada.
No le veía desde hacía días y seguía sin saber nada de él que continuaba sin dar señales de vida.

Juan es difícil de clasificar y se dio cuenta de que, aunque habían hablado muchísimo, no había comentado absolutamente nada de sí mismo ni de su trabajo y tampoco su estilo dejaba traslucir a qué podía dedicarse, aunque, en cuanto a eso, Tina ya había aprendido que las apariencias son tan engañosas como siempre se ha dicho.
La noche de la cena, por ejemplo, iba sin barba y con ese aspecto descuidado en la ropa y en el pelo que tanto cuidado exige, pero al mismo tiempo le había visto tan baqueteado que parecía estar recién llegado de cualquier trabajo de los que exigen esfuerzo físico. Cansado con cansancio de verdad, no de gimnasio, que eso ella sí que sabía distinguirlo bien.

También era sorprendente su capacidad de moverse con comodidad en cualquier parte, no es que Tina hubiera tenido ocasión de estar en demasiados sitios con él, pero, en los que había estado, siempre daba la impresión de hacerlos suyos desde el primer momento. Y eso fue lo que pasó durante la cena en el piso de Tina, que lo mismo cambiaba la música que se levantaba a por un tenedor, sin hacer preguntas, como si lo más natural fuera que él supiera de antemano el lugar en el que guardaba todo.

Y su voz era otro misterio. Ella le había oído como cambiaba su tono de voz y su acento cuando hablaba por teléfono.

¿Quién es Juan y qué hace aquí? se preguntó Tina por enésima vez.



J6.- Negocios sucios, camisas limpias

El tipo era un canalla vestido de Armani, eso daba igual porque la ropa le caía como si se la hubiera comprado en la última hora del mercadillo. Tampoco ayudaba a mejorar su imagen el baño de perfume sobre su problema de halitosis y olor corporal. Parecía que todos los crímenes y bajezas cometidos se plasmaran en su aspecto. Juan le llamaba “el mofeta”.
Sin embargo el verdaderamente peligrosos era el jefe, tan educado, con esa elegancia natural que dan generaciones de dinero y buenos colegios en algunas familias, en algunas.
Los suyos le apodaron Taylor, porque vestía con trajes y camisas a medida, impecables y presumía siempre de su taylor inglés. Lo había convertido en su nombre oficial, le encantaba. 
Juan, para este trabajo, seguía las mismas pautas de estilo y no le costaba en absoluto imitar el gesto de repugnancia displicente que tenía Taylor en el trato con los suyos.
Claro que las razones de Juan eran otras.


J7.-Después de la batalla

Tina había tenido un fin de semana movido, con muchas visitas en la bodega y catas para profesionales de una misión comercial internacional. Era un lunes que podría ser un viernes, pero que no era mas que un lunes marcando una semana venía tan intensa como la pasada..
Juan, por su parte, se había levantado en una cama cualquiera, de un hotel cualquiera y tratando de recordar en qué ciudad y con qué nombre estaba. Miró el reloj y maldijo el cambio de hora. Pensó en Tina y maldijo el tener que vivir y trabajar siempre librando una batalla, jugándose la vida para otros, dejándose la vida entre mentiras.
Pensó en Tina, en su piso de Zamora, en las tranquilas tardes de vinos, en las personas que, como ella, no tenían nada que ocultar y se miraban cada mañana al espejo sabiendo con que nombre les llamarían sus vecinos al cruzarse.
¿Merecía la pena seguir viviendo así?
Después de un fin de semana en el que se había librado milagrosamente de morir o matar, envidiaba mas que nunca a las personas que seguían librando sus pequeñas grandes batallas diarias, tan importantes como las suyas, sí, pero mucho mas limpias.
A Juan le preocupaba acordarse tanto de Tina, sin que hubiera habido entre ellos mas que un par de charlas y una cena. Y le preocupaba que pensar en ella le estuviera haciendo replantearse la vida tan intensamente.
En fin, serían cosas del lunes. O del cambio de hora.



J8.- Un cóctel arriesgado

Jules había estado en México pasando una semana y volvió encantado por su experiencia gastronómica y deseando contar a Tina que se había encontrado con sus vinos en tiendas y restaurantes. Volvió, como siempre, deseando ver a Tina.
Los últimos meses su relación se había enfriado. Sabía que la había asustado queriendo dar un paso más para el que ella aún no estaba preparada.
Y, para colmo, estaba el nuevo vecino.
Jules solo le conocía de vista y, a pesar de los celos iniciales, sabía que Tina era sincera cuando le dijo que tenía con él una relación muy superficial. Sin embargo sabía también que su instinto le fallaba rara vez y que Juan era un rival y, además, un rival de mucha envergadura. Un hombre como Juan, físicamente  atractivo y con un lado oscuro y misterioso, suele ser un cóctel arriesgado.

Y precisamente los cócteles arriesgados son la especialidad de Tina, varía los componentes pero siempre tienen un vino como base. Y el misterio. Y si hay algo que innegablemente tiene Juan es misterio.



J9.- Jules, en solitario

Jules se había propuesto averiguar quien era Juan, el vecino de Tina.
Por vez primera emprendía la resolución de un misterio en solitario y sin que fuera Tina quien lo propusiera.
Obviamente le resultaría más difícil que cuando lo hacían juntos, teniendo en cuenta que, además, este no era su país, aquí jugaba fuera de casa.
Pero por mas que Tina hablara de discreción o timidez o privacidad, no es ni medio normal que llevaran siendo vecinos mas de tres meses, hubieran salido de vinos, le hubiera invitado a cenar a casa y que aún no supiera ni de dónde es, ni en qué trabaja, ni nada de nada.
Y a Jules no le gusta tanto misterio y, aún menos, que el misterio viva frente a la mujer que quiere.



J.10.-Como vino para chocolate

Jules había llegado con un regalo. Jules era un regalo.
No podía evitar sentir atracción y ternura cuando estaba a su lado.
Saltaban chispas con un simple roce y sí el roce era de sus labios estallaba como un taller de pirotecnia.
Pero Jules era su amigo, su igual.
Con Jules podía emprender aventuras, resolver misterios, divertirse, discutir y disfrutar en la cama y fuera de ella.
Pero Jules no era la aventura.
Tina pensó que Jules y ella eran como el vino y el chocolate, una combinación que en un principio podía parecer original y sugestiva, pero, que una vez probada, era demasiado obvia.








miércoles, 20 de agosto de 2014

Entretiempos



A1.-Tina se agosta

A Tina no le gustaba nada agosto, nunca le había gustado.
Fuera donde fuera siempre se encontraba fuera de sitio, desubicada.
Sus amigos vagueaban desperdigados dios sabe donde y los pocos que quedaban por aquí no estaban disponibles, sumidos en el reencuentro de los amigos de infancia y de los familiares que volvían a las raíces en esta época.
La que ya consideraba su ciudad se volvía extraña, las barras de los bares eran otras y nadie parecía tener tiempo suficiente para perderlo con ella..
No quería irse a ninguna parte, odiaba viajar en verano, pero tampoco le gustaba quedarse en este territorio comanche de hombres en bermudas y camiseta de tirantes, alegrías verbeneras, fiestas programadas y broncas nocturnas.
Hasta la viña la dejaba sola. Los racimos maduraban sin necesitarla, se iban endulzando sin que pudiera hacer otra cosa por ellos que mirar las predicciones y temer las tormentas.
Miraba las postales veraniegas,convertidas ahora en fotos de FB. Miraba las fotos de los vinos viajeros, como este Piedra Roble que le había mandado Marijose desde Cuenca.
Languidecía.
Quizá por todo ello sintió una curiosidad especial cuando supo que alguien había alquilado el piso de al lado.


A2.-La magia está en tus manos

Tina había llamado a Laura para darle las gracias por las fotos de los vinos viajeros y se la había encontrado tristona por el fin de las vacaciones:
-No te engañes Laura,le dijo antes de colgar, todo lo que vas a dejar no es más que un decorado, lo importante lo llevas contigo. Tienes la magia en tus manos.-

Al salir de casa se encontró con el descansillo bloqueado con cajas de mudanza. La puerta de enfrente estaba entreabierta, pero no se veía a nadie y, como iba con prisa, no se entretuvo ni un minuto en averiguaciones y bajó como una exhalación las escaleras, chocando al llegar al portal con alguien que subía oculto tras un paquete en el que claramente se leía la palabra FRÁGIL. Como en una peli de cine mudo, titubearon, se estorbaron y giraron, siempre a punto de caer pero sin llegar a hacerlo, siempre con el paquete entre ambos impidiendo que se vieran las caras.

Tina se disculpó, ofreció una ayuda que no fue aceptada y salió a la calle pensando en lo torpe que era el encargado de las mudanzas...y la voz tan profunda y sexy que escondía detrás de la caja.

Tenía una reunión  para ir organizando la toma de muestras de uvas para vendimia y para catar, pero sobre todo para reencontrarse con el equipo que había vuelto ya de vacaciones: esas catacomidas en las que se ponían al día tanto de lo profesional como de lo personal las había echado de menos un montón estas últimas semanas.
Botellas y copas estaban preparadas y todos charlaban animadamente junto a la barra. Tina entró repartiendo abrazos y besos, los miró y les dijo a modo de saludo:

¡Vamos, saquemos el duende a estas botellas! ¡La magia está en nuestras manos!




A3. La madre del vecino

Tina no conocía aún a su nuevo vecino, pero se había hecho amiga de su madre, una señora simpática y vital que ocupaba el piso de su hijo, hasta que éste llegara, aprovechándolo para tomarse unas vacaciones de su tierra gallega, y de su casa, y conocer Zamora.
Tina se había ofrecido a hacer de cicerone y se lo estaba pasando estupendamente descubriendole las mismas cosas que le habían entusiasmado a ella cuando llego a vivir a la ciudad.
Iban juntas de vinos y disfrutaban comiendo pinchos, la enorme variedad de pinchos que inundaban las barras de los bares y que sorprendían siempre a los que llegaban sin conocer la riqueza gastronómica de Zamora.
A pesar de que se pasaban el tiempo hablando y se quitaban la palabra la una a la otra, Tina no había conseguido sacarle ni una sola información sobre su hijo, ni que era, ni que hacía, nada. Angelines se excusaba siempre diciendo:
-En septiembre estará viviendo frente a tu casa, ya tendrás tiempo de conocerlo y que te cuente él lo que quiera que sepas.


A4. Sin noticias de Jules

Ninguno se atrevía a preguntar a Tina por Jules y ella no era dada a hacer confidencias, pero todos le echaban de menos y, además, notaban que a Tina le faltaba luz, esa chispeante alegría contagiosa que tenía cuando estaba con él.

Tina también le estaba echando mucho de menos. Se había ido muy enfadado, aparentemente por una tontería, pero Tina sabía que el fondo era otro y que, aunque la discusión había sido a causa de Pepe, el sumiller infiel, realmente el enfado era porque Jules quería mucho más en su relación que lo que ella estaba dispuesta a darle.

Tina no sabía si estaba enamorada de él, ni si le quería o, simplemente, era un amigo con el que se divertía en la cama y fuera de ella. No sabía lo que quería.

Pero sí, le echaba muchísimo de menos. Llevaban varias semanas sin verse y ni siquiera habían hablado por teléfono. Tina se había sobresaltado cada vez que oía el teléfono o llamaban a la puerta, cada vez que una nube de polvo se levantaba en el camino de la bodega anunciando una moto esperaba que fuera él, que apareciera por sorpresa y cambiara el mes de agosto para ella. Ni había venido, ni la había llamado y Tina seguía odiando el mes de agosto.

Hoy, viernes, estaba dudando si irse a Madrid a pasar el fin de semana o quedarse en Zamora. Optó por quedarse.


A5.-Despidiendo agosto

Se levantó temprano dispuesta a despedir agosto sola, buscándose un buen rincón en el que tanto ella como el vino estuvieran fresquitos y nadie interrumpiera la lectura del libro que había comenzado la noche anterior.

Al salir de casa notó que el olor del descansillo había cambiado, estaba invadido por un olor muy masculino, mezclado con el de tabaco, se escuchaba sonar la música a través de la puerta de enfrente y supuso que su nuevo y misterioso vecino ya habría llegado a ocupar el piso.

Bueno, por fin terminaba agosto. Hoy el día estaría lleno de regresos, la semana que viene sería de reencuentros y también, posiblemente, de gente nueva o nuevas historias para comenzar.

En la vida las historias no se pueden releer, ni reescribir, pero siempre tienes la opción de empezar a crearte otras nuevas.



A6.-¡Llegó septiembre!

Ya estaba nerviosa, los días y las noches empezaban a quedarse pequeños para todas las cosas que tenía que hacer.

Como todos los años, septiembre llegaba como un torrente, impetuoso, fresco y vivo, cargado de actividad. Todo el mundo piensa que en las bodegas hay mas trabajo a causa de la vendimia, y es verdad, pero no sólo es a causa de la vendimia, también es la época de mayor trabajo comercial, de visitas y de la mayor actividad social de los vinos que se lían de fiestas y presentaciones desde ahora hasta final de año.

El trabajo de Tina estaba centrado en la viña, pero su vida en el vino y, después de atravesar el desierto agosteño, se estaba dejando atrapar con gusto por el caudal impetuoso de septiembre, lleno de llamadas y correos, de encuentros, abrazos y... vinos.



A7.-Tormentas

Tina se había pasado el día visitando la viña para tomar muestras y comparar los análisis después de una tormenta espectacular, pero que, afortunadamente, se había quedado en un despliegue de pirotecnia bellísimo y tan intimidante como sólo la naturaleza consigue llegar a ser.

A última hora de la tarde, cuando llegaba a casa cansada y soñando con una ducha, una copa de vino y una buena película, se lo encontró en el rellano, apoyado en el dintel, tan arrogante y atractivo como siempre.

Estaba claro que no la había oído subir la escalera, porque siguió mirando concentrado hacía la puerta de enfrente, que acababa de cerrarse, con la cabeza ligeramente inclinada y el ceño fruncido.
Sólo él era capaz de llegar sin avisar después de estar un mes sin dar señales de vida, esperarla como si tuvieran una cita y sin darle tiempo apenas a abrir la puerta y entrar en casa, sin saludos, ni besos de bienvenida, afirmar señalando el piso de enfrente con la barbilla:

Así que él ha sido la razón de que no te haya importado estar sin verme todas estas semanas...

Tina no daba crédito. Ni siquiera conocía aún a su vecino, había estado sola y añorando a este bordelés tan..., tan...con! Sí, tan gilipollas, que aparecía ahora de repente con un ataque de celos estúpido y absolutamente fuera de lugar .

Sí, ahora ya está totalmente claro: Jules ha vuelto.


A8,- Entre dos luces.

Tina no le contestó. Tiró el bolso sobre el sillón y se dirigió al frigorífico sintiendo su mirada clavada en la espalda, viéndole sin mirarle, notando la tensión que transmitían sus brazos cruzados sobre el pecho.
Abrió una botella de un verdejo fermentado en barrica que llevaba ya el suficiente tiempo en botella como para tomárselo muy en serio. Le apetecía un vino así, blanco, frío, pero, al mismo tiempo, intenso y carnoso, que dejara huella al pasar por su boca. Sirvió dos copas sin preguntar y le ofreció una al mismo tiempo que le miraba a los ojos. Jules descruzó los brazos para coger el vino y la siguió hasta la terraza. Apenas quedaba luz, pero el sol teñía las fachadas modernistas embelleciéndolas aún mas con sus matices.

Jules miró a Tina y pensó que el mes de agosto la había cambiado, era aún mas bella, tenía una serenidad y una determinación nuevas. Sintió que tenia la boca demasiado seca para poder decir nada y, después de levantar la copa en un brindis silencioso, bebió, junto con el vino, la calidez de ese atardecer en Zamora junto a ella.

Ahora no se explicaba como había sido capaz de sobrevivir un mes sin verla.



A9.-A la altura del corazón

Los ojos me quedan a la altura de su corazón, dijo Tina al llegar a la bodega, medirá algo mas de uno noventa.

Al salir de casa en este martes raro, después de un lunes de fiesta, se había encontrado por fin con su misterioso vecino. Creía que no se había translucido al exterior, pero mentalmente se había quedado con la boca abierta:¡qué hombre!

Un traje gris con una camisa negra, sin corbata, le envolvían como a un bombón al que se está deseando quitar el papel y dar un mordisco para ver si está relleno de licor o de trufa. Tina apostó por la trufa.

La barba de un par de días le daba un toque ligeramente canalla y el pelo, aún mojado por la ducha matinal, parecía oscuro y ondulado. Era como si se hubiera escapado de una sesión de fotos.

Ahora entendía la actitud de Jules del otro día, este hombre era un desafío andante y estaba viviendo frente a su casa, de hecho pared con pared en una de las habitaciones.

Carraspeo y esperó que no le saliera ningún gallo al presentarse, pero él se adelantó diciendo:

¡Buenos días, vecina, tenía muchas ganas de conocerte!





A10. El faquir
Vino a vino, Tina se daba cuenta ahora, había contado su vida al vecino misterioso.

Salieron juntos y la conversación fluyó como si ya se conocieran desde hacía tiempo. Y si, ahora se daba cuenta de que él se había pasado la tarde interrogándola hábilmente, y ella le había contestado sin problemas e, incluso, había puesto voz a algunos pensamientos que llevaban molestándola como moscas burreras durante todo el verano.

Tina, que no era una persona de muchas confidencias, ni siquiera con sus amigas, se abrió a este hombre guapísimo al que acababa de conocer y con el que compartía el rellano de la escalera: su vecino Juan.
Juan sabía escuchar, tenía una mirada serena y atenta, inspiraba confianza, desprendía seguridad y tanto su voz como sus palabras actuaban en el momento justo para dar un empujón cuando ella se quedaba en silencio.

El caso es que cuando se despidieron y Tina entró en casa, se sentía bien, relajada, como si de repente se hubiera quitado la mochila después de una marcha.

Por su parte, después de cuatro horas de conversación, Tina sólo sabe dos cosas nuevas sobre Juan, que le gusta el vino, pero que no tiene más idea de vinos que saber elegir unos cuantos, y que su voz y sus ojos son como los de un faquir, como un encantador de serpientes que ha conseguido destapar la cesta para que salga la serpiente y hacer que baile.

Dicen que, a veces, es mas fácil sincerarse con un desconocido, contar lo que nunca hemos dicho a nadie a ese compañero de tren al que acabamos de conocer y dejaremos al terminar el viaje.
Sin embargo a este desconocido tendría que verlo a diario.



Las vendimias de Tina


Ya sabéis que el trabajo de Tina no es de los que tiene en cuenta que existen los sábados y los domingos, los festivos se diluyen muchas veces y cuando llega la vendimia los fines de semana se borran directamente del calendario.


Tina aparece por casa apenas unas horas para dormir, ducharse y cambiarse de ropa, pero nunca la hemos oído quejarse y aunque tiene que estar cansada y cargada de preocupaciones no se le nota demasiado: Tina en vendimia está como pez en el agua.


Sin embargo lo que menos le apetecía cuando llegó a casa el sábado por la noche, con la ropa mosteando como si fuera un cesto de uvas maduras, exhausta y arrastrando los pies dentro de sus botas llenas de barro era encontrarse con su vecino Juan, recién duchado y vestido como para que bastara con verle moverse para poder pensar únicamente en quitarle la ropa, vestido para una caza nocturna incruenta .


A Juan, por su parte, le pareció que Tina estaba más atractiva que nunca, despeinada, con la cara manchada, la boca teñida del color de las uvas que habría estado probando todo el día y ese olor a tierra fresca y fértil con el que estaba inundando el hueco de la escalera. Se dio cuenta demasiado tarde de que llevaba un rato parado, sin hablar y recorriéndola con la mirada, haciéndola sentir incómoda e insegura y, cuando fijo la vista por fin en los ojos de ella, vio lo que no debía, vio que si se dejaba llevar por esa mirada tan profunda y tan limpia, tan llena de matices como las hojas del tempranillo en otoño, estaría perdido y no habría nada que no quisiera compartir, ni secreto que pudiera guardar: rompería la tapadera que su trabajo le exigía.


Por eso Juan dijo cuatro banalidades y salió disparado con la disculpa de que llegaba tarde a una cita, dejando a Tina con la sensación de que para un hombre como él nunca podría ser más que la simpática vecina de enfrente.



Tina y los amores de otoño.

Un día de lluvia había despedido el verano dejando olor a tormenta y ese aire mágico cargado de electricidad que empuja a dejarse llevar sin pensar mucho las cosas.
Tina adoraba el otoño. Ahora, porque en su trabajo es la época en que todo culmina y todo empieza. Antes, cuando estaba en la universidad, porque era la época de los reencuentros, de conocer a los nuevos, de ver como había cambiado el verano a los antiguos.
Las primeras noches frías y el deseo de sentirse arropada, las ganas de salir a cualquier hora, de tomarse los vinos a mediodía sin tener que buscar la sombra.
Conocer a los nuevos y ver como habían cambiado los antiguos.
Jules llegaría esta tarde. Con Juan se había encontrado anoche al volver de una cata y Tina se la fue contando mientras caminaban. Se estaba convirtiendo en costumbre que fuera ella la única que hablara, la que se abría ante el agudo sacacorchos del sutil interrogatorio de Juan
Tina le dijo que su vino favorito seguía siendo Lagarona, pero también le gustaba la frescura del Azul y, si pudiera permitírselo, sería una copa de Paredinas la que tomaría cada noche, despacio, desvelando los misterios y los matices, descubriendo la sensualidad intensa que esconde tras su aparente sobriedad...
Por como le ha ido cambiando el tono de voz da la impresión de que ya no es sólo en vinos en lo que está pensando Tina mientras habla, aunque, sabiendo la pasión que pone en todo lo que hace, con ella nunca se sabe






domingo, 17 de agosto de 2014

El misterio del Sumiller Infiel (2ª parte)



S7.-El arte de decantar y saber esperar.

Había tenido un mal día por eso, cuando llegó a casa, eligió con mucho cuidado la botella con la que se iba a premiar por haber mantenido la amabilidad y la buena cara con los clientes a pesar de todo, por haber seguido trabajando a pesar de todo.

Tenía que librarse de ceños y sombras antes de verla.

Procedió a seguir el ritual que el vino se merecía. Buscó su decantador favorito y comenzó a descorchar la botella despacio, sintiendo como la espiral iba penetrando suavemente, escuchando el quejido del corcho que se resistía a abandonar el cuello de cristal que lo alojaba, tratándole con mimo hasta que estuvo fuera. Luego lo acercó a la nariz con el miedo propio de no saber nunca que te vas a encontrar después de tanto tiempo. Inspiró lentamente y su cara se fue relajando hasta dibujar una sonrisa.

Vertió una pequeña cantidad en la copa y disfrutó del movimiento del vino desperezándose, de su olor a sueño y de su quietud antes de volcarlo en el decantador y limpiar su impoluta translucidez con todos los matices del rojo. Después de usado lo tiró sin pena y comenzó a jugar con el ángulo de sus muñecas para deslizar suavemente el contenido de la botella por ese cuello de cristal de bohemia que esperaba ansioso ser llenado.

No necesitaba la luz de una vela para saber hasta donde tenía que llegar, se detuvo antes de que los posos mancillaran la limpieza con la que quería disfrutar del vino y los desechó como un símbolo de todo lo que había acumulado a su pesar con el paso del tiempo.

Los años del vino y sus propios años esperando pacientemente este momento de estar a punto de querer y ser querido.

Dejó al vino solo para que respirase tranquilo. Se duchó y se vistió cuidadosamente y, sólo entonces, se sintió preparado para recibirla y saborear con ella, copa a copa, la llegada de la noche, la de un nuevo día, quizá la de una nueva vida.


S8.-Hazme un hueco

Cuando Jules empezó a quedarse en casa de Tina no quiso tener un vaso con el cepillo de dientes en su lavabo, ni un cajón en su cómoda, ni perchas en su armario: un hombre que está continuamente viajando está acostumbrado a llevar con él todo lo que precisa. O casi todo. Lo que Jules pidió fue un hueco donde guardar sus vinos. Había hecho una selección de sus favoritos y se los había traído en uno de sus viajes para tenerlos a mano cada vez que los necesitara. Como esta noche.

Tener la llave de su casa y compartir su cama, su sofá, su cocina, no quería decir nada. Nunca habían hablado de lo que estaban haciendo, de que sus viajes a Zamora eran cada vez más frecuentes, de la necesidad que tenían de estar juntos y de las horas que pasaban hablando por teléfono. No había promesas, ni compromisos, ni palabras de amor.

Jules sí que estaba seguro de lo que sentía, pero le daba miedo asustarla. Conocerla había sido un fogonazo que le había dejado tan deslumbrado que era incapaz de pensar en otra mujer que no fuera ella. Había corrido el telón a sus aventuras constantes y se sentía como un adolescente que descubre por primera vez el erotismo en una mirada, en un roce leve, en el olor de su pelo.

Tina sabía que para Jules saber que Pepe estaba pasando el fin de semana en Zamora, y teniendo en cuenta la fama de Pepe, sería una llamada ineludible para venir a marcar su territorio, aunque la disculpa que diera fuera conocer por fin al sumiller y ayudarle a recuperar su cuaderno de cata.

Por eso no se sorprendió cuando llegó a casa y se lo encontró allí. Estaba de espaldas, apoyado con las dos manos sobre la barra de la cocina con una tensión que marcaba todos sus músculos y mirando abstraído un decantador en el que el vino tenía el reposo que a él le faltaba.

Tina disfrutó mirándole con esa camisa a medio meter por el pantalón y con las mangas dobladas que dejaban ver el tostado de sus brazos y el brillo de su vello casi rubio y aprovechó el momento todo lo que pudo hasta que Jules se volvió con gesto felino, mirándola sin decir nada, acercándose a ella diciéndolo todo.


S9. Las catadicciones de Pepe: monólogo del sumiller infiel.

-Nunca me he casado, ni he vivido con nadie, porque la idea de amar a una mujer única era como la de condenarme a beber de un solo vino teniendo ante mi una bodega espléndida: algo sencillamente impensable.- dijo Pepe mirando abstraído su copa.

Tina y Jules sabían que realmente no estaba hablando para ellos sino consintiendo en dejarles estar allí mientras le brotaban los recuerdos.

-Cada vez que descubría un vino que me impresionaba no podía evitar relacionarlo con una mujer y acabar enamorándome de ella. Comenzaba por mirarla con otros ojos, pasaba a su lado respirándola y sólo podía pensar en cómo sabrían sus besos, que matices escondería su piel y en ir buscando las palabras que compusieran su bouquet y reflejaran las sensaciones que se desplegaban en mi boca.- Pepe se detuvo para dar un trago ligero a su copa.
-Y yo era solo para ella... mientras estaba con ella. Reservaba cuidadosamente el tiempo necesario para que no hubiera prisas, ni preocupaciones, ni teléfono. Amaba con tanta intensidad que todo se borraba alrededor y para mi nada tenía cabida a nuestro lado. A veces ella era real, a veces no.-

-Mi natural metódico, que me había llevado a complicar las fichas de cata hasta el barroquismo, me empujó como un duende malo, a comenzar a hacer lo mismo con ellas: sabores, olores matices, texturas...anotar cada nuevo descubrimiento para no olvidarlo nunca.

Y ahora pienso:¡qué locura!, pero ¿cómo me dejé atrapar de aquella manera?

Me convertí en un catadicto, siempre buscando la palabra adecuada como una droga, buscando diferencias imperceptibles sólo para poder describirlas.-

Pepe estaba tan nervioso que Tina y Jules no eran capaces de seguirlo muy bien, pero no querían interrumpirle, preferían que fluyera todo lo que llevaba dentro, lo que nunca había contado a nadie.

En definitiva era su secreto, confiado al cuaderno robado, lo que tenía que recuperar junto con la cordura.

El envío de la foto les había desvelado la posibilidad de un desafío o una venganza: un hombre o una mujer eran las dos personas posibles. Y ellos ya sabían sus nombres.


S10.- Y usted, ¿qué nos recomienda?

Él era un capullo pedante que solía ir al restaurante exhibiendo algún maniquí parlante del que colgaban ropa y complementos de marca, uno de esos clientes habituales de menos de cuarenta que se creen obligados a tener una pareja con la que salir a cenar a sitios de moda para ver y ser vistos. Su afición por los vinos y la gastronomía seguía la misma pauta. Presumía y discutía, carta en mano, con el sumiller, con Pepe, y le trataba con una familiaridad unívoca. Pepe, naturalmente, le hacía quedar bien,alababa sus elecciones y aguantaba sus impertinencias con la sabiduría y la experiencia de años de servicio. A ellas, a las acompañantes de la tribu Olbrán, les daba absolutamente igual lo que tuvieran en una copa o un plato que apenas probaban.
Pero aquel día Pepe se quedó absolutamente extasiado ante la mujer que se sentaba a la mesa, ¿cómo podía ser que semejante mujer estuviera en la misma mesa que semejante gilipollas?
A ella la había visto cuando entraba, él y el resto del restaurante, pero precisamente por estar tan pendiente de ella no se había dado cuenta de quien la acompañaba. Se acercó con la carta de vinos y se la entregó, casi se la dejó arrebatar, por él, que se dispuso a llevar a cabo la exhibición habitual mientras ella miraba divertida. Después de unos minutos de recorrido por denominaciones españolas y foráneas y recital de valoraciones de añadas ella interrumpió con delicadeza y una sonrisa dirigida directamente a Pepe, el sumiller:
- Y usted, ¿qué vino nos aconseja? ¿cual sería él que nos acompañaría mejor durante la cena?

Pepe la miró y no tuvo ninguna duda del vino tomaría con ella, ni tampoco del vino que elegiría para que compartiera esta noche con el otro, ni del que la recomendaría para que disfrutara sola.


S11.-Tina no escucha y Jules no sabe leer las catas.

-¡No me lo puedo creer! ¡No acabo de entender como estás llevando este tema!
- Y yo no entiendo qué es lo que no entiendes. Será el idioma.
- ¿El idioma?, ¿me tomas el pelo?. Lo que pasa es que al final a ti siempre te domina la pasión por tus amigos y en ellos no ves defectos, todo lo que hacen tiene alguna explicación, todo lo justificas. Con otro cualquiera no hubieras escuchado callada todas estas historias de catas de vinos y catas de mujeres.

Tina estaba sentada, medio acurrucada en el sofá, viendo como Jules se movía hablando y gesticulando cada vez más alterado. La verdad es que no estaba escuchándolo todo el rato y había perdido el hilo ya un par de veces: ¡se ponía tan guapo cuando se enfadaba!
Jules había llegado quejándose del calor y quitándose la camisa para ponerse una camiseta negra que parecía encantada de dibujarle con detalle. El contínuo movimiento de los brazos, el tic de echarse hacia atrás el pelo con la mano y la imposibilidad de estarse quieto ni un minuto estaban regalando a Tina un recital de los músculos de Jules vistos desde todos los ángulos.

Él, de repente, se paró y se volvió hacia ella:
-¡No me estás escuchando!.-
- Yo no estoy en ese cuaderno, Jules. -contestó Tina
-¿Como lo sabes? , dijo Jules, él nos ha dicho que hay catas imaginarias, catas de mujeres a las que conoce pero con las que nunca ha estado, ¿como sabes que tu no eres una de ellas?
- ¡Acabáramos! Así que,en definitiva, eso es lo que te preocupa, no que yo no tenga una reacción de feminismo absurdo porque aplique sus conocimientos de cata a la sensualidad que le inspiran las mujeres que le gustan. Dime, ¿qué tiene de malo?. Para mi no es ofensivo que en vez de decir que una mujer huele bien, diga a que huele y sepa describirlo.

Lo que Tina no dijo a Jules es que, a raíz de esta historia, ella ya había hecho mentalmente su ficha de cata, aunque no tenía ningún inconveniente en repetir, de hecho...
-¡Tina! No se que te pasa esta tarde que estás tan distraída... Te decía que lo que no acabo de entender es para que quiere ese cuaderno quién lo tenga.

-Si se lo ha robado el otro sumiller, lo querrá para tener las notas y las fichas de cata, que son muchas y buenas, e imagino que no se esperaba encontrar las otras.- dijo Tina, volviendo al tema del cuaderno muy a su pesar.- Y sí lo tiene ella, que es lo más probable, lo habrá robado porque seguro que había conseguido verlo, simplemente por curiosidad, y, cuando descubrió lo que había, quiso tenerlo y saber más, saber a cuántas mujeres había creído Pepe dignas de ser incluidas antes que ella.
Quizá podría querer enviar copias a las otras y eso pondría a Pepe en un serio compromiso tanto personal como profesional.

-Pero, aunque recuperemos el cuaderno, cualquiera de los dos que lo tenga puede tener hechas copias, o incluso pueden haberlas enviado ya, ¿no te parece?...-dijo Jules.-
-No, yo no creo que sea eso lo que le preocupe a tu amigo Pepe, tiene que haber algo más, ese cuaderno tiene que esconder algo que no nos ha contado. Y yo no pienso seguir adelante sin saberlo.-remató Jules, dando el tema por zanjado y sintiéndose mas que preparado para dejar que Tina le explicara en que consistían para ella las catas sensuales, porque a él no se le daba muy bien eso de leer entre líneas.

(¿Continuará?)




sábado, 19 de julio de 2014

El Misterio del Sumiller Infiel (Primera Parte)



1. Ser sumiller

Al terminar de trabajar se sentaron en la terraza y sacaron las botellas que habían catado por la mañana, vinos de las primeras añadas de la bodega, que ahora iban simplemente a disfrutar mientras charlaban.

Tina no quería contarles nada del nuevo caso hasta que llegara Jules: había llamado a mediodía para decir que ya estaba en camino pero que había parado a comer en Losar de la Vera, en el Carlos V, y calculaba que llegaría sobre las siete de la tarde.

Diego, el veinteañero que estaba haciendo sus prácticas de sumiller en Estancia Piedra, no se perdía ni un comentario de los que estaban haciendo sobre los vinos.

-Bueno Diego, cuéntanos que es para ti un sumiller y porque decidiste prepararte para serlo, le preguntó Marijose, la enóloga.

-Porque me gusta todo lo que tiene que ver con el mundo del vino y el trato con la gente y quiero hacerlo bien, saber catar y saber tratar, contestó

-Buena definición, dijo Tina. Nuestro sumiller misterioso e infiel, un sumiller ya experimentado y tan bueno como llegarás a serlo tu, dice que su profesión consiste en hacer que el cliente, disfrute al máximo de la comida, los vinos, el servicio...haciendo que su presupuesto y el objetivo por el que ha ido al restaurante obtengan los mejores resultados posibles. Obviamente no os puedo contar como se llama, digamos que Pepe, para entendernos. os adelantaré también algunos detalles, como que es de mediana estatura, delgado, inquieto y con ese toque de pulcritud y caballerosidad de los buenos camareros, de los de raza.

La nube de polvo que se acercaba por el camino les adelantó quien llegaba a toda mecha con la moto.


S2.- El cuaderno de cata.

Pepe, el sumiller, era sumamente meticuloso y anotaba cada uno de los vinos que cataba, aunque ya lo conociera, aunque lo hubiera servido el día anterior, siempre había una nota diferente, un matiz que distinguir.

Creó su propia ficha, mucho más completa que cualquiera de las que utilizaba cuando asistía como jurado a los concursos, mucho más que ninguna de las que había visto. Con el paso de los años, los viajes, los nuevos conocimientos y las nuevas modas, la ficha se había ido enriqueciendo y complicando.

El cuaderno de cata le acompañaba siempre y lo guardaba con el mismo mimo y secretismo con el que guardaría su diario una adolescente. Alguna vez, en broma, habían tratado de quitárselo y ver sus notas y no solo había sido imposible, sino que se había enfadado muchísimo.

A estas alturas ya tenía la certeza de que nunca iba a poder tener en sus manos algunas botellas, algunos vinos míticos, que por mucho tiempo y dinero que dedicara sería imposible llegar a catar ni siquiera una milésima parte de los vinos de los que ya conocía el nombre. Y seguían naciendo otros. Y seguían sorprendiéndole los viejos conocidos tanto como los recién llegados. Y seguía abriendo con la misma pasión cada botella.

Lo que tampoco sabía nadie es que identificaba cada vino con una mujer y para ellas también tenía una ficha de cata. Y algunas de las fichas no estaban en blanco


S3. Una cata de Burdeos, según Tina.

Tina se preguntó cómo serían las fichas de cata de Pepe, como describirían los vinos catados y que buscaría que tuvieran las mujeres deseadas.

Recordó las fases básicas de cata: visual, olfativa y gustativa.

Cerró los ojos para la fase visual y recordó como se oscurecía el pelo de Jules al salir mojado de la ducha, añadiendo matices al secarse y comenzar a brillar y el color de sus ojos castaños con chispitas, como madera recién encerada y los claroscuros que marcaban los músculos en su piel de tostado medio y la sombra de la barba al despertarse por la mañana...Limpio. Brillante. Intenso.

Con la nariz junto a su cuello, cuando van juntos en la moto, a copa quieta, Tina aspira lentamente y entonces aparecen las grosellas negras junto con notas características de la madera francesa: frutos secos, miel, tabaco, especias y balsámicos.

Al agitar ligeramente aparecen aromas más complejos que se van ampliando y complicando en un maravilloso bouquet si sigue agitándose. Sudor,cuero, chocolate, especias, cassis, cedro, trufas, nueces, ciruela, sándalo...Los dos Cabernet y el Merlot. Realmente tenía un Grand Cru de Burdeos en sus manos...

-¿En que piensas?-preguntó Jules al encontrarla sentada en la terraza y mirando absorta la copa de vino.

-Tina se sobresaltó, levantó los ojos y le miró a contraluz dándose cuenta de lo pobre que se había quedado en la descripción de su fase visual.

-Ya ves, el tema del sumiller infiel y sus fichas de me estaba haciendo repasar mentalmente mis últimas catas siguiendo las fases por orden. Iba a comenzar ahora con la gustativa.

- Pues si quieres lo hacemos juntos, dijo Jules.-

Y cogiendo la copa de Tina dio primero un sorbito, lo paladeo, trago y volvió a acercársela a los labios,apurando esta vez lo que quedaba.

-Y ahora, Tina, vamos a ver si este vino esta a la altura de lo que promete y es suculento, sedoso y con un final largo y persistente en boca.-dijo mientras se inclinaba hacia ella.


S4. Buscando el Norte

-Infiel, infiel..., ¿tú que entiendes por infiel?
Lo habían discutido en grupo, con los amigos, a solas... y se había convertido en un tema de conversación interminable. Ahora, mientras se organizaban para el fin de semana, seguían con lo mismo. Y seguían sin ponerse de acuerdo.

Era una cuestión de sexo. Y de sexo. Se habían creado dos corrientes de opinión divididas por sexos y cada una de ellas tenía una consideración distinta sobre la importancia del sexo en la infidelidad.

Tina eludió la respuesta y, en cierto modo, empezó a arrepentirse del nombre que había dado a este Misterio, porque les estaba haciendo irse por las ramas.

-Centrémonos en el caso ahora: Pepe es infiel a los vinos e infiel a las mujeres a las que ama, aunque él dice que lo que tiene son fidelidades simultaneas. Además, lo describe con todo lujo de detalles en su cuaderno de catas y de ahí que la pérdida, o robo que es lo mas probable, sea un problema muy serio, porque aparecen algunos nombres conocidos e importantes.-dijo Tina

-Pues, ¿sabes que te digo? que si la pista nos lleva en busca del Norte, estoy encantado de ir a buscarlo contigo. Tenemos demasiado calor y no nos vendrá mal la brisa del Cantábrico para refrescarnos un poco.-remató Jules mientras marcaba el teléfono de su amigo David para pedirle prestada su caravana vintage.























S5.-Nadie nace sabiendo, Pepe

Fue Rosa, su primera jefa, quien le regaló, junto al cuaderno en el que anotar sus catas, el afán de superación, la curiosidad y las primeras lecciones sobre el servicio del vino. Le enseñó la importancia de los preliminares, el rito, la paciencia. Le enseñó que en el vino, como en el amor, cada gesto tiene importancia y que hay vinos de callejón y portal, crudos, de trago y golpe de cristal sobre el mostrador, y otros en los que el cortejo te hace disfrutar tanto o más que poder por fin saborearlos, vinos en los que el antes y el después son tan importantes y más largos que el tiempo que permanecen en la boca.

-Nadie nace sabiendo, Pepe, le repetía como un mantra para darle ánimos cada vez que rompía un corcho o goteaba sobre el impoluto mantel. Nadie nace sabiendo.

Ella no había tenido una vida fácil. Entró a servir siendo casi una niña y había crecido entre los fogones y los comedores de casas ajenas y, afortunadamente para ella, muy buenas. El matrimonio la llevó fuera de España para hacer lo mismo por más dinero. Y ahorró, y se quedó viuda, y volvió para llevar a cabo su sueño de tener un restaurante y poner en práctica todo lo que había aprendido durante esos largos años de trabajo.

En aquel restaurante pequeño, de pocas mesas, y platos y vinos bien elegidos, entró Pepe a trabajar a los dieciséis años y allí se fraguó su futuro como sumiller y como hombre.


Foto: S6.-Mensaje en una botella

Se encontró la foto en el buzón, dentro de un sobre y sin nota, pero no hacía falta: sólo había dos personas que podían habérsela enviado y él sabía quienes eran. La foto aún decía más cosas, muchas más, pero era incapaz de digerirlo solo.

Pepe llamó a Tina por teléfono inmediatamente:
- ¿Te pillo bien?

-Si, acabo de entrar en casa y estoy sola, contestó Tina.

-Acaba de llegarme una foto de una botella de Lagarona: ahora ya no tengo ninguna duda de que me robaron el cuaderno y casi se con certeza quien lo hizo. 
Mira, Tina, continuó Pepe, desde la primera vez que probé Lagarona, el de la cosecha 2001 que fue la primera añada, supe con que mujer quería beberlo y de que mujer sería la cata que acompañara a la del vino-dijo Pepe. Esto puedo contártelo a tí porque sé que lo entiendes, que me conoces bien y que sabes el inmenso respeto y la gran admiración que tiene que inspirarme una mujer para que yo escriba así sobre ella. 
A veces ha sido real, a veces sólo imaginario, pero siempre un sentimiento intenso y siempre con mujeres a las que he tenido oportunidad de conocer, aunque no haya conseguido, en todos los casos, estar con ellas como me hubiera gustado.

-¿Y con ella?...Bueno, no me contestes ahora Pepe, pero espero que me digas al menos quien es, si quieres que sigamos ayudándote a buscar el cuaderno. Necesito pistas.

-Nosotros cerramos el restaurante por vacaciones  desde hoy hasta el lunes cuatro, si quieres puedo acercarme a Zamora este fin de semana, te llevo la foto y lo hablamos con calma, ¿está Jules ahí?

-Hoy no, y no dijo que viniera este fin de semana, aunque con Jules nunca se sabe, pero vente de todos modos, se supone que tu amiga soy yo.

- Ahora Jules también lo es y, además, hay cosas que un hombre, y mas  como él, va a entender mucho mejor y me va a servir de apoyo moral para no parecerte un completo idiota.

- ¡Hombres...!, suspiró Tina.

(Continuará)
Puedes entrar en el blog de Tina si quieres leer todos los anterioresS6.-Mensaje en una botella

Se encontró la foto en el buzón, dentro de un sobre y sin nota, pero no hacía falta: sólo había dos personas que podían habérsela enviado y él sabía quienes eran. La foto aún decía más cosas, muchas más, pero era incapaz de digerirlo solo.

Pepe llamó a Tina por teléfono inmediatamente:
- ¿Te pillo bien?

-Si, acabo de entrar en casa y estoy sola, contestó Tina.

-Acaba de llegarme una foto de una botella de Lagarona: ahora ya no tengo ninguna duda de que me robaron el cuaderno y casi se con certeza quien lo hizo.
Mira, Tina, continuó Pepe, desde la primera vez que probé Lagarona, el de la cosecha 2001 que fue la primera añada, supe con que mujer quería beberlo y de que mujer sería la cata que acompañara a la del vino-dijo Pepe. Esto puedo contártelo a tí porque sé que lo entiendes, que me conoces bien y que sabes el inmenso respeto y la gran admiración que tiene que inspirarme una mujer para que yo escriba así sobre ella.
A veces ha sido real, a veces sólo imaginario, pero siempre un sentimiento intenso y siempre con mujeres a las que he tenido oportunidad de conocer, aunque no haya conseguido, en todos los casos, estar con ellas como me hubiera gustado.

-¿Y con ella?...Bueno, no me contestes ahora Pepe, pero espero que me digas al menos quien es, si quieres que sigamos ayudándote a buscar el cuaderno. Necesito pistas.

-Nosotros cerramos el restaurante por vacaciones desde hoy hasta el lunes cuatro, si quieres puedo acercarme a Zamora este fin de semana, te llevo la foto y lo hablamos con calma, ¿está Jules ahí?

-Hoy no, y no dijo que viniera este fin de semana, aunque con Jules nunca se sabe, pero vente de todos modos, se supone que tu amiga soy yo.

- Ahora Jules también lo es y, además, hay cosas que un hombre, y mas como él, va a entender mucho mejor y me va a servir de apoyo moral para no parecerte un completo idiota.

- ¡Hombres...!, suspiró Tina.

miércoles, 16 de julio de 2014

Entremisterios: Jules marca sus rutas


Lo último que oyó Tina antes de domirse, y con lo que se despertó al día siguiente, fue la cálida voz de Jules...por teléfono.
A él se le habían acabado ya las vacaciones y estaba visitando a sus clientes para las previsiones de compra de barricas de la campaña próxima. Esta vez había dejado el Duero, estaba por la Mancha y, para volver, quería recorrer, y esto ya mas por placer que por trabajo, parte de la Vía de la Plata, desde Plasencia hasta Zamora, porque para Jules, todas las rutas terminan donde esté ella .
Tina, aún somnolienta, con esa voz exenta de las asperezas que le iba dando el día, con esa voz sensual y aniñada que a él le gustaba tanto, le dijo:
- Hay un nuevo misterio para cuando vengas, creo que va a ser el mas intrigante y divertido que hemos tenido hasta ahora. Yo ya le puesto un nombre:
“El misterio del sumiller infiel”
- ¡Vaya! ¿Y cual es la parte que te parece divertida? ¿la de infiel?
- No te voy a contar nada por teléfono, ten paciencia, contesto Tina riendo
-¡No sabes bien la paciencia que tengo! Fíjate el tiempo que hace falta para que crezca un roble tenga el tamaño adecuado para cortarlo, esperar años mientras está en los secaderos hasta que, por fin, la madera está lista y podemos hacer las barricas...Bueno, pues creo que contigo aún me hace falta mas. Y, ya ves, la tengo.