lunes, 10 de noviembre de 2014

Juan, el misterioso vecino de al lado






Tentaciones

Intriga. 
Después de dos meses cruzándose en la escalera y una tarde compartiendo vinos y paseo por las calles de Zamora después de verse por casualidad, Tina seguía sin saber prácticamente nada de su vecino Juan. No había atravesado nunca la puerta de su piso ni, al parecer, la de su confianza.
Ella, por el contrario, se había encontrado extrañamente predispuesta a las confidencias con este hombre que emanaba seguridad y que parecía ir creando a su paso una atmósfera protegida que le envolvía como un manto.
Era innegable su atractivo, pero sentía que él estaba moviéndose a años luz de su órbita. Para Tina pensar en Juan era casi como hacerlo del protagonista de una película, sabiendo que nunca bajaría de la pantalla para sentarse con ella y acariciarle la mano.
Sin embargo, cuando esa tarde llego a casa, mientras intentaba encontrar las llaves en las profundidades de su bolso, oyó la música atravesando paredes y supo que él estaba allí, miró la cesta de setas recién cogidas que colgaba de su brazo y sintió que el espíritu de caperucita se adueñaba de ella.
Ni miel, ni pastel, ni abuela a la que visitar. Era otro el argumento del cuento que se disponía a escribir. Era otra la puerta la que iba a llamar.
La tentación de un magnífico ejemplar de lobo solitario bien merecía correr el riesgo de atravesar el bosque sola.


J2.-Escondido tras la lluvia


Dejó la pistola refugiada en el mueble de la entrada, a mano, pero no a la vista, y se estiró a conciencia sintiendo como se liberaba cada uno de sus músculos, como si ellos también sintieran que había dejado un peso enorme condensado en los 900 gramos largos de su HK.
Había sido un gran día.
La lluvia le había ayudado disimulando su persecución en coche, dejando que su capucha pasara desapercibida entre los chubasqueros y paraguas que poblaban la calle cuando había tenido que abandonar el vehículo y continuar a pie.
Y ahora, por fin, ya era suyo y estaría fuera de la circulación una temporada, quizá no todo lo que le gustaría, pero si lo suficiente como para que ese indeseable quedara marcado con una señal de aviso para indefensos.
Como era ella.
El timbre le sobresaltó y escrutó por la mirilla. Y allí estaba Tina. Parecía tan frágil e insegura, mirando alternativamente la puerta cerrada detrás de la que él estaba y la de su propio piso, que ella, previsora, había dejado abierta como para facilitarse un refugio rápido si tenía que escapar.


J3.- Jugando con fuego

La puerta se abrió y un Juan desaliñado, con aspecto de estar muy cansado y necesitado de una ducha, recibió a Tina con una sonrisa, pero sin invitarla a pasar.

Tina pensó que para ser la primera vez que se atrevía a pulsar el timbre de su vecino, había elegido el peor momento y se iba a encontrar con una negativa radical cuando le invitara a cenar. Sorprendentemente pareció encantado por la propuesta y dijo que sólo necesitaba que le diera media hora para darse una ducha y hacer un par de llamadas.

Amanitas, boletos, un crianza…¡Tu si que sabes tentar a un hombre, vecina!

Una vez a solas Juan no quiso pararse a pensar que no era una buena idea, que no podía permitirse estar demasiado tiempo con nadie, que no podría evitar preguntas eternamente y que tampoco le gustaba mentir fuera de sus horas de trabajo. Pero, ¿acaso tenía horas fuera de trabajo? ¡Qué iluso!

Sin embargo ese día había terminado satisfactoriamente una misión y seguía vivo. Se merecía una cena tranquila en un terreno neutral y seguro en el que no tuviera que estar controlando entradas y salidas, ni más pendiente de lo que pasara en las otras mesas que en la suya propia.
La investigación previa a su mudanza había sido exhaustiva, incluso una veterana agente que se hizo pasar por su madre, pasó una semana entablando conversación e investigando a sus vecinos. El sitio era seguro. Tina era segura.

Más que desnudarse se arrancó la ropa para entrar en la ducha y borrar las alertas que le estaba enviando su conciencia. Subió la música y desconectó el teléfono: no pensaba dejar que nada interrumpiera su cena de esta noche.


J4.-On the road again.

Juan tenía una relación almodovariana con el teléfono y sus móviles se habían acostumbrado a ir vestidos con chaleco antibalas para protegerse de los ataques que recibían. Aquella madrugada no fue una excepción y, si bien lo recogió de la mesilla y contestó suavemente, a medida que avanzaba la conversación sus facciones se fueron endureciendo. No le estaba gustando nada lo que oía. Al colgar había saltado ya de la cama, encendido la luz y tomado unas notas rápidas e ininteligibles que rubricó lanzando el teléfono al sillón sobre el que había dejado su ropa la noche anterior al volver del piso de su vecina.
Qué lejos le parecía a Juan en este momento su tranquila cena con Tina.
Su vecina simbolizaba todo lo que él ansiaba y apenas tenía: placeres y problemas cotidianos, amigos, charlas sobre cine y literatura. Cenas con vino y sin más armas ocultas que las de la inteligencia y la seducción innata que ella usaba de forma inconsciente, haciéndolas así aún más efectivas.

No podía pensar en eso ahora. No debía. Repasó rápidamente todas las medidas de seguridad antes de elegir un pasaporte, coger su bolsa de viaje y cerrar el piso esperando volver, sin saber si lo haría.



J5.- Y Juan sigue siendo un misterio

La disculpa era invitarle a una cata vertical, pero cuando Tina llamó al timbre no hubo respuesta y, en ese momento, se dio cuenta de que no tenía ninguna otra forma de contactar con él. Ni un número de móvil, ni una dirección de correo: nada.
No le veía desde hacía días y seguía sin saber nada de él que continuaba sin dar señales de vida.

Juan es difícil de clasificar y se dio cuenta de que, aunque habían hablado muchísimo, no había comentado absolutamente nada de sí mismo ni de su trabajo y tampoco su estilo dejaba traslucir a qué podía dedicarse, aunque, en cuanto a eso, Tina ya había aprendido que las apariencias son tan engañosas como siempre se ha dicho.
La noche de la cena, por ejemplo, iba sin barba y con ese aspecto descuidado en la ropa y en el pelo que tanto cuidado exige, pero al mismo tiempo le había visto tan baqueteado que parecía estar recién llegado de cualquier trabajo de los que exigen esfuerzo físico. Cansado con cansancio de verdad, no de gimnasio, que eso ella sí que sabía distinguirlo bien.

También era sorprendente su capacidad de moverse con comodidad en cualquier parte, no es que Tina hubiera tenido ocasión de estar en demasiados sitios con él, pero, en los que había estado, siempre daba la impresión de hacerlos suyos desde el primer momento. Y eso fue lo que pasó durante la cena en el piso de Tina, que lo mismo cambiaba la música que se levantaba a por un tenedor, sin hacer preguntas, como si lo más natural fuera que él supiera de antemano el lugar en el que guardaba todo.

Y su voz era otro misterio. Ella le había oído como cambiaba su tono de voz y su acento cuando hablaba por teléfono.

¿Quién es Juan y qué hace aquí? se preguntó Tina por enésima vez.



J6.- Negocios sucios, camisas limpias

El tipo era un canalla vestido de Armani, eso daba igual porque la ropa le caía como si se la hubiera comprado en la última hora del mercadillo. Tampoco ayudaba a mejorar su imagen el baño de perfume sobre su problema de halitosis y olor corporal. Parecía que todos los crímenes y bajezas cometidos se plasmaran en su aspecto. Juan le llamaba “el mofeta”.
Sin embargo el verdaderamente peligrosos era el jefe, tan educado, con esa elegancia natural que dan generaciones de dinero y buenos colegios en algunas familias, en algunas.
Los suyos le apodaron Taylor, porque vestía con trajes y camisas a medida, impecables y presumía siempre de su taylor inglés. Lo había convertido en su nombre oficial, le encantaba. 
Juan, para este trabajo, seguía las mismas pautas de estilo y no le costaba en absoluto imitar el gesto de repugnancia displicente que tenía Taylor en el trato con los suyos.
Claro que las razones de Juan eran otras.


J7.-Después de la batalla

Tina había tenido un fin de semana movido, con muchas visitas en la bodega y catas para profesionales de una misión comercial internacional. Era un lunes que podría ser un viernes, pero que no era mas que un lunes marcando una semana venía tan intensa como la pasada..
Juan, por su parte, se había levantado en una cama cualquiera, de un hotel cualquiera y tratando de recordar en qué ciudad y con qué nombre estaba. Miró el reloj y maldijo el cambio de hora. Pensó en Tina y maldijo el tener que vivir y trabajar siempre librando una batalla, jugándose la vida para otros, dejándose la vida entre mentiras.
Pensó en Tina, en su piso de Zamora, en las tranquilas tardes de vinos, en las personas que, como ella, no tenían nada que ocultar y se miraban cada mañana al espejo sabiendo con que nombre les llamarían sus vecinos al cruzarse.
¿Merecía la pena seguir viviendo así?
Después de un fin de semana en el que se había librado milagrosamente de morir o matar, envidiaba mas que nunca a las personas que seguían librando sus pequeñas grandes batallas diarias, tan importantes como las suyas, sí, pero mucho mas limpias.
A Juan le preocupaba acordarse tanto de Tina, sin que hubiera habido entre ellos mas que un par de charlas y una cena. Y le preocupaba que pensar en ella le estuviera haciendo replantearse la vida tan intensamente.
En fin, serían cosas del lunes. O del cambio de hora.



J8.- Un cóctel arriesgado

Jules había estado en México pasando una semana y volvió encantado por su experiencia gastronómica y deseando contar a Tina que se había encontrado con sus vinos en tiendas y restaurantes. Volvió, como siempre, deseando ver a Tina.
Los últimos meses su relación se había enfriado. Sabía que la había asustado queriendo dar un paso más para el que ella aún no estaba preparada.
Y, para colmo, estaba el nuevo vecino.
Jules solo le conocía de vista y, a pesar de los celos iniciales, sabía que Tina era sincera cuando le dijo que tenía con él una relación muy superficial. Sin embargo sabía también que su instinto le fallaba rara vez y que Juan era un rival y, además, un rival de mucha envergadura. Un hombre como Juan, físicamente  atractivo y con un lado oscuro y misterioso, suele ser un cóctel arriesgado.

Y precisamente los cócteles arriesgados son la especialidad de Tina, varía los componentes pero siempre tienen un vino como base. Y el misterio. Y si hay algo que innegablemente tiene Juan es misterio.



J9.- Jules, en solitario

Jules se había propuesto averiguar quien era Juan, el vecino de Tina.
Por vez primera emprendía la resolución de un misterio en solitario y sin que fuera Tina quien lo propusiera.
Obviamente le resultaría más difícil que cuando lo hacían juntos, teniendo en cuenta que, además, este no era su país, aquí jugaba fuera de casa.
Pero por mas que Tina hablara de discreción o timidez o privacidad, no es ni medio normal que llevaran siendo vecinos mas de tres meses, hubieran salido de vinos, le hubiera invitado a cenar a casa y que aún no supiera ni de dónde es, ni en qué trabaja, ni nada de nada.
Y a Jules no le gusta tanto misterio y, aún menos, que el misterio viva frente a la mujer que quiere.



J.10.-Como vino para chocolate

Jules había llegado con un regalo. Jules era un regalo.
No podía evitar sentir atracción y ternura cuando estaba a su lado.
Saltaban chispas con un simple roce y sí el roce era de sus labios estallaba como un taller de pirotecnia.
Pero Jules era su amigo, su igual.
Con Jules podía emprender aventuras, resolver misterios, divertirse, discutir y disfrutar en la cama y fuera de ella.
Pero Jules no era la aventura.
Tina pensó que Jules y ella eran como el vino y el chocolate, una combinación que en un principio podía parecer original y sugestiva, pero, que una vez probada, era demasiado obvia.