martes, 9 de diciembre de 2014

El caso de las sonrisas tristes (ST1-ST11)



El caso de las sonrisas tristes

A Juan, a veces, le gustaría dejarse llevar, apurar todas las copas y todas las mujeres que se le ofrecen, perder la conciencia, dejar de pensar; pero Juan no pierde jamás el control cuando está trabajando, en realidad Juan no pierde el control nunca. Dicen que por eso es uno de los mejores, que esa es la razón por la cual aún sigue vivo y por la que nunca ha sido descubierto.
A Juan, a veces, le gustaría dejarlo todo, pero nunca lo hace y sabe que, mientras pueda, no lo hará nunca.
Y cuando se siente tan cansado como está ahora, con tantas ganas de volver a su piso actual, a sus paseos por el Duero o a sus tardes de vinos tranquilos por las calles de piedra, piensa en esas sonrisas pintadas bajo unos ojos tristes que no han perdido aún la esperanza de un milagro.


El caso de las sonrisas tristes.2 (ST2)

Juan sí sabía prácticamente todo sobre Tina, sobre sus amigos, su familia, su trabajo...Y sobre Jules.
De hecho Tina había contribuido, sin saberlo, a que seleccionaran Zamora como su base de operaciones y le buscaran un piso franco justo enfrente del suyo; pero, claro, de todo esto Tina no tenía la mas mínima idea y, por su propio bien, lo mejor era que continuará así.
La primera vez que Juan oyó hablar de Tina fue cuando se desmanteló el tráfico de diamantes que se llevaba realizando a través de Europa desde hacía unos años, diamantes que burlaban todas los controles internacionales escondidos en barricas de vino. Al parecer Tina fue mas allá de la curiosidad habitual sobre los inhabituales movimientos de barricas dentro de las bodegas y se puso a investigar por su cuenta ayudada por Jules, el tonelero bordelés.
Así que "El misterio de las barricas que se mueven solas" fue la llamada de atención sobre la situación estratégica de Zamora y la necesidad de instalarse allí.
Lo que Juan aún no sabe es que conocer a Tina va a marcar un antes y un después en su vida. 
Y en la de ella.


El caso de las sonrisas tristes 3 (ST3)

Parecía la portada de una revista en su especial de navidad.
Ella, casi una niña, vestía de fiesta y estaba suavemente reclinada en un sofá de terciopelo burdeos sosteniendo una copa de vino blanco. La habitación olía a dinero y a buen gusto por encargo.
Juan miraba todo desde la puerta, registrando cada detalle sin moverse. Permanecía quieto, frío.

La escena con la que había empezado el día Tina era bien distinta. Tenía por delante un precioso sábado de otoño, con aire fresco y limpio, que venía cargado de amigos y de trabajo. Hoy en la bodega tenían mas reservas de las habituales, quizá por ser el día del Enoturismo, quizá por ser una de las épocas en las que el viñedo está mas bello.

Tina respiró a fondo cargándose de energía, disfrutando el paisaje.

Muy lejos de ella, en todos los sentidos, Juan maldijo como había terminado la noche y comenzado el día. Se acercó hasta el chester, cerró los ojos azules ya sin luz, miró por última vez esa sonrisa casi feliz y tan relajada como muerta. Tan joven, tan bella.
Se volvió bruscamente y salió de la habitación dejando que su gente se encargara de los detalles.


ST4.- Aterrizando

Tenía que quitarse del medio durante unos días. Con urgencia. Qué le siguieran viendo era demasiado peligroso y, por otro lado, tanto física como emocionalmente estaba exhausto. Llegó al piso franco el sábado de madrugada y se pasó el domingo entero durmiendo, aunque un par de veces hizo intención de levantarse, darse una ducha y salir a dar un paseo tranquilo, fue incapaz de soportar el peso de su cuerpo y de su conciencia.
Hoy lunes, sin embargo, se había levantado muy temprano y salido a correr por las orillas del Duero, dejándose envolver por la niebla que presagiaba un día luminoso y frío.
Tina salía del portal cuando él llegaba y, en el breve encuentro de saludos forzados por el momento y la prisa, vio que los ojos de Juan arrastraban algo tan oscuro y pesado que no supo muy bien si sentir miedo o pena.
Pero cuando él  propuso quedar al final del día para salir a tomar un vino, su voz sonó tan triste y tan ansiosa como una llamada de socorro. Y ante eso, ella nunca supo negarse.



ST5.-Viéndolas venir

A Tina le gusta llegar antes a las citas y situarse de forma que pueda ver llegar a los otros. Y si ha quedado con un hombre que le gusta, con mas motivo. La voz y la manera de moverse, de caminar, son claves de seducción para ella. Por eso llegó con tiempo a la cita con Juan y le esperó a la puerta del bar para verle atravesar la Plaza.
Juan caminaba con paso decidido, casi marcial si no fuera porque tenía una cadencia rítmica en la forma de mover sus hombros, como si fuera abriendo suavemente una cortina ficticia que le plantaba el viento.
Si, realmente a Tina la perturbaba este hombre, sentía una atracción que iba mas allá de su atractivo físico innegable que hizo que algunas personas perdieran el hilo de sus conversaciones y el interés en sus respectivos grupos cuando entraron.
Juan, sin embargo, parecía no tener ojos mas que para ella. Pidieron dos copas de un Toro joven y unas croquetas de boletos. Juan levantó su copa y brindo con Tina sin decir palabra. La miró como si estuviera calibrándola, la miró de una forma tan intensa que Tina se sintió como si él estuviera escaneando todo lo que ella se guardaba siempre muy dentro.
Juan, por primera vez, se estaba planteando si podría dejarse llevar por su instinto y confiar en alguien, confiar en ella. Necesitaba poder hablar, quitarse el disfraz y poder vivir fuera de su trabajo, aunque solo fuera a ratos. Sin embargo eso podría suponer un peligro para Tina, él lo sabía, y le asustaba mas que sus propios riesgos.


ST6. -Deja que hablen los vinos

No se si te interesa conocerme, Tina. Sé que mientras me miras estás pensando que no sabes nada de mi y no sé si eso es precisamente lo que te atrae.

Naturalmente Juan no lo estaba diciendo en voz alta. Entre vinos y pinchos llevaban más de dos horas juntos sin parar de hablar. Tenían una pasión común con el cine y Tina trataba de inculcarle también su pasión por el vino y lo estaba consiguiendo: era fácil con el nivel y la variedad que tenían los bares de Zamora y el entusiasmo contagioso con el que ella hablaba de su trabajo y su vida, tan ligada a la viña y al vino como la de Juan al delito y al riesgo, aunque ella aún no lo supiera.

No se si te interesa conocerme, Tina, volvió a repetirse para sí mismo como un mantra que ya presentía que no se iba a cumplir.

Nunca había estado enamorado, nunca había tenido una relación en la que hubiera algo más que sexo de por medio. Y ahora, cuando menos lo esperaba, cuando menos falta hacía, se encontraba con una mujer como ella, con un sueño, el sentimiento absurdo de que no podía prescindir de verla, de escucharla y dejarse llevar a su lado.

Juan tampoco tenía con Tina la confianza suficiente como para preguntarle si estaba saliendo con el francés. Se estaba comportando como un adolescente, buscando encuentros, provocando citas en las que no pasaban de estar de vinos y conversación, despidiéndose luego castamente al llegar a casa.

Se dio cuenta de que llevaban ya un rato callados y Tina estaba mirándole fijamente, como si quisiera leerle. Juan vio que esos ojos verdes con chispitas brillaban llenos de preguntas que iban a brotar en cualquier momento.

Y entonces sí, sin darse cuenta, quizá por efecto del vino, pronunció en voz alta:

No sabes nada de mi, Tina, y no se sí te interesa conocerme.

El móvil de Juan sonó sobresaltándoles, como un despertador sacándoles del sueño.


ST7 y ST8.Las sonrisas tristes : hoy capitulo doble

Tina vio el cambio de expresión de la cara de Juan, su mirada se había congelado al atender la llamada, su voz cambió y los escuetos monosílabos con los que contestaba tenían una dureza cortante. Finalmente colgó y dio un trago a su copa de vino, apurándola. Parecía muy cansado, mucho mayor, triste.
Tina no pudo resistir la tentación de acariciarle la cara, con ese tipo de caricia que se reserva para consolar a un niño. Él retuvo su mano y la besó suavemente en la palma, reteniéndola.

Mañana tengo que salir de viaje muy temprano, no sé cuanto tiempo estaré fuera esta vez. Mira, Tina, tengo un trabajo que me exige una concentración absoluta y desde que te conozco no la tengo. Mi sentido común me dice que me aleje de ti, pero no puedo. No sé que siento por ti, pero sé lo que siento contigo.
No, no te asustes, no te estoy pidiendo nada, ni siquiera quiero preguntarte nada ahora, tampoco quiero preguntas que no te puedo contestar; pero si vuelvo, antes de nada tenemos que hablar. Si tu quieres, claro.

Me gusta estar contigo Juan y no sé que razones tendrás para tanto misterio, yo no te he preguntado antes y no voy a hacerlo ahora continuó Tina—. Sé que te puede parecer ridícula la confianza que he tenido contigo desde el principio, pero es que yo soy así con todo el mundo; pero contigo además hay veces, como ahora, que me dan ganas de abrazarte, de mimarte para devolverte la sonrisa, de curarte esas heridas que, cuando te descuidas, sangran en tus ojos. Y sé que no puedes ser malo.

Puedo ser malo para ti, créeme, puedo hacerte daño aunque no quiera, puedo complicarte la vida y meter en tu mundo el mío, que no es ni limpio, ni cómodo, ni agradable.

Has dicho que hablaríamos a tu vuelta, no ahora dijo Tina.

¿Y él?  se sorprendió preguntando Juan— veo que no le gusto y que te quiere. No quiero romper lo que tienes.

Jules es mi amigo y nos divertimos estando juntos. Además trabajamos en el mismo sector, tenemos muchos intereses en común

Y os acostáis.

Tina se quedó mirándole sorprendida. Ella no le había contado nada sobre Jules y ellos dos no habían hecho más que cruzarse un par de veces en la escalera. Jules había sentido desde el principio un rechazo irracional por Juan, unos celos absurdos que Tina había tratado de tomar a broma explicándole que no tenía mas que una relación superficial con Juan, lo cual había sido cierto hasta hoy. Sin embargo el instinto de Jules no le engañaba y había descubierto antes que ellos la atracción que ahora ya era palpable.

Has dicho que hoy no habría preguntas —cortó Tina al tiempo se ponía la gabardina como punto final a la conversación. Venga, vámonos.

Al salir de Lasal había vuelto a llover con ganas. Compartieron el paraguas y Juan le pasó el brazo por encima del hombro para cobijarla. Tina se paró, volviéndose hacia él sin soltarse y levantó la cara para mirarle.

Así que no tienes ni idea de cuando vas a volver... Bueno, pues sea cuando sea creo que no puedo esperar tanto. Bésame ya, ahora, sin más. Necesito averiguar si me gusta como sabes.

Juan vio la determinación en su mirada, la madurez con la que le reclamaba y le volvió esa sensación de adolescente nervioso e inexperto que tenía con ella. No podía salir huyendo y su cuerpo no podía seguir aplazando lo inevitable. Comenzó a besarla con suavidad, rozándola apenas, dejando que sus labios se deslizaran por la cara mojada por la lluvia. Pero era como tener sed y tratar de saciarla humedeciendo los labios. Ahora que habían empezado no creía que hubiera fuerza humana que pudiera detenerlos.


ST9.-Dorando la píldora

El AVE llegó tan puntual como solía. Buscó el ostentoso coche que le habían adjudicado y repasó que todo estuviera en orden. Tenía la documentación y el arma pegados bajo el asiento del conductor y un bote de chicles lleno con las pastillas de muestra. Condujo hasta el restaurante en el que habían quedado y agradeció que tuviera aparcacoches, no le apetecía nada ponerse a dar vueltas buscando un hueco en el que dejar el Bentley.
Los otros tres ya estaban sentados a la mesa y vestían con tanta elegancia como él mismo. Se analizaron mutuamente, se midieron, mientras se saludaban y calibraban relojes y móviles, ese tipo de galones con que miden el estatus algunos hombres.
Cambiaba de piel y de ropa. Cambiaba la voz, el acento, la expresión y la forma de moverse, nunca pensó que sus años de arte dramático le servirían para esto. Podía cambiar sin ningún esfuerzo todo, menos su nombre, siempre era Juan, o John, o Jean. Mantener el nombre propio era echar un ancla para no dejar que las marejadas que azotaban su vida arrastraran su cordura. Y eso nunca le había causado problemas.
Ellos eligieron el vino por marca y por precio, al igual que el coche, el traje y el restaurante. El sonrió, pensó en Tina, y, por primera vez en su vida reclamó la carta de vinos. Llevarles la contraria, consultar con el sumiller y elegir un tinto como lo hubiera hecho ella, le dio, también por vez primera, una visión de los cambios que se iban a producir en su vida si la dejaba entrar.
Al terminar la comida, después de tratar de entregas, plazos y precios, Juan les ofreció su bote de chicles y les dejó para que alargaran a solas la sobremesa mientras comprobaban si las pastillas causaban el efecto buscado.


ST 10.-Distintos paisajes, distintos puntos de vista

Juan contaba con ello y se lo puso fácil. Desde que salió del restaurante y recogió el coche su instinto detectó a los que le seguían y, más que conducir, les condujo hasta su hotel con toda la tranquilidad que le permitía el tráfico de Madrid en un día de lluvia. Eso era exactamente lo que estaba buscando, ser el que marcara las pautas, dejar que le vigilaran y hacerles creer que podían tener controlados todos sus movimientos. Desde que siendo adolescente leyó "La carta" de Poe, aprendió que no hay mejor forma de ocultar algo que dejarlo a la vista de todos.

Tina estaba en la bodega y miraba la viña, que aún no había acabado de perder las hojas, mientras esperaba a que los demás terminaran de preparar los vinos para la cata. Seguía lloviendo y las labores en el campo estaban a la espera. Ahora, con los vinos ya hechos sobre la mesa, podían hablar de una calidad excelente en la cosecha.

Se llevó la primera copa a los labios mientras miraba abstraída las gotas que se deslizaban por el cristal, como una cortina. Y ese primer sorbo la arrastró hasta la intensidad del momento que había vivido con Juan, de ese primer beso con sabor a principio y a fin, a incertidumbre.
Un anticipo de lo que puede ser que al mismo tiempo dice no sé que va a ser esto.

Sin darse cuenta lo había expresado en voz alta y como la cata era para decidir sobre el futuro de unos vinos que aún tendrían que pasar tiempo en barrica, todos interpretaron que era a eso a lo que se estaba refiriendo.

Moviéndose en otro universo, muy lejos de ella, Juan estaba en la recepción del hotel sintiendo el contrapeso de su pistola a la mirada del tipo que le estaba observando mientras simulaba una conversación silenciosa a través del móvil.


ST11.- Ahora me ves, ahora no me ves.

Juan vio como el tipo de la eterna conversación con el móvil en la calle, pedía fuego a alguien que estaba a punto de entrar al hotel: lo estaba marcando. Este último, una vez dentro, se colocó a su lado en el mostrador de recepción mientras él firmaba y mantenía la típica conversación con la recepcionista sobre el tiempo y las claves wifi. Ya listo y dirigiéndose al ascensor, Juan se volvió apenas y dijo en voz alta:

Espero la visita de una amiga, le dice que suba a mi habitación cuando llegue, por favor.

Subió, se desembarazó del traje y se dio una larga ducha, sin pensar en nada, desconectando, preparándose para el cambio.
Apenas le había dado tiempo a ponerse los vaqueros y una camiseta cuando su contacto llamó a la puerta.
Laura entró tan llamativa como requería la ocasión, su cuerpo permitía la ropa que llevaba y su larga melena rubia lanzaba destellos cada vez que movía la cabeza. Juan continuó vistiéndose mientras intercambiaban información.

El tío que han dejado de guardia me ha oído preguntando alto y claro por tu habitación y, por la cara que ha puesto, espera que estés a punto de empezar a pasar un buen rato.
Puedes salir tranquilo, Juan, con esa pinta no te conocería ni yo, no tienes nada que ver con el estirado hombre de negocios con el que tratan; pero te sobra la gorra, mejor déjame que te despeine con un poco de arte dijo Laura ¡Perfecto! Ahora si pareces un turista de compras por Chueca

No voy a volver hasta por la mañana, pero tú vete dentro de un par de horas, pensarán que con eso ya he tenido bastante antes de caer rendido . Y recuerda que son peligrosos Laura, no quiero que corras riesgos.

Un huésped que salía ensimismado en su mapa de Madrid tropezó con una pareja que entraba arrastrando sus maletas a recepción, pidió disculpas en inglés al salir rebotado y chocar con la espalda de un tipo que hablaba por el móvil a la puerta, este comenzó a maldecir entredientes contra los gilipollas de los guiris, mientras Juan, aún sin acabar de estirarse para recobrar su estatura, se alejaba del hotel plegando el mapa y con la sonrisa en los labios.

Sin embargo la sonrisa y él se quedaron de piedra cuando, a los pocos metros vio a Tina sentada en una de las terrazas de la plaza.
Siguió caminando, pero su instinto le dijo que ella le había reconocido.

lunes, 8 de diciembre de 2014

El caso de las sonrisas tristes (ST12-ST15)


ST12.-Empecemos a iluminar las sombras.

Tina se quedó mirándole mientras se alejaba. Estaba segura de que era él. Y estaba segura de que él también la había visto. Raro, distinto, con otro color de pelo, como disfrazado... Pero era Juan.
Ni siquiera después del beso que le arrancó y puso a flor de piel lo que ambos sentían, llegó a saber de él más que su nombre. Cuando se despidieron, Tina pensó que podrían no volver a verse nunca y que ni siquiera sabía su número de teléfono.
Y ahora, que contra todo pronóstico, el destino les hacía cruzarse, le había dejado pasar sin llamarle y sin que él se detuviera

Fiarse de su instinto, no desdeñar las señales y la rapidez en la toma de decisiones, no sólo le habían mantenido vivo sino que le hacían ser uno de los mejores en su profesión. Obviamente había otras cosas, pero esas se conseguían a base de formación y esfuerzo y eran condición previa para pensar siquiera en dedicarse a su oficio. Así que una vez más, pero por motivos muy distintos, Juan se dejó guiar y entró en la primera tienda de móviles que vio, compró un prepago y salió a la calle dispuesto a enviar un mensaje a Tina. Era el momento de empezar a aclarar las cosas, estaba seguro, no podía seguir así y haberla visto sentada en una terraza cuando salía de hotel tras haber burlado a sus vigilantes era claramente una señal de que no podía seguir manteniendo a Tina al margen de su vida.
Y él sí sabía desde hacía tiempo su número de móvil... entre otras muchas cosas.




ST13.-Agarrando al destino por los cuernos

No es que a Juan le entusiasmara ese tipo de música y no había escrito un poema en su vida, pero esa canción parecía escrita para ellos. Y ese fue el mensaje que envío.

Tina vio iluminarse su móvil sobre la mesa y creyó que era uno tantos mensajitos con fotos, músicas o chistes, pero, lo miró de todos modos.
Un video de Baute. ¿Colgando en tus manos? ¡Quién demonios le mandaba eso! 
Seguido llegó otro, del mismo número desconocido con un texto escueto:

Está claro que manda el destino. Te espero a las 12 en el Glass Bar del Urban. J.
.


ST14.-Sin más dilación.

Como siempre Tina estaba ya esperando cuando él llegó. Había recuperado la apariencia que ella conocía, el pelo volvía a ser tan castaño como sus ojos y había vuelto a su forma de andar, de vestir y a su mirada abierta y franca.

Me reconociste dijo Juan, y no había ni dudas ni preguntas en su tono de voz.

Fue justo una fracción de segundo en la que te quedaste parado, mirándome, e hiciste ese gesto inquisitivo tan tuyo y al mismo tiempo sentí una punzada de dolor y miedo. Miedo de no volver a verte, dolor por miedo a haber sido engañada dijo Tina reforzando con su expresión sus palabras.

Nunca te he mentido replicó Juan

Nunca me has dicho nada le respondió Tina.

Voy a hacerlo ahora y después de oírme serás tú la que decidas si me aceptas en tu vida, con todo lo que eso implica, o nos despedimos aquí para siempre con tu promesa no volver a verme nunca, aunque me encuentres, aunque me veas.

Me estás asustando dijo Tina

De eso se trata. Tengo que asustarte para que te des cuenta de que esto no es un juego y no va a ser fácil. Voy a empezar contándote una historia, la de las sonrisas tristes, una historia que comienza con la muerte de una mujer joven, muy guapa, una muerte que yo no pude evitar y de la que me siento responsable.


ST15.-Las corrientes nos arrastraron hasta aquí

Hace meses que apareciste en mi vida, Tina. Jules y tú descubristeis el tráfico de diamantes que se llevaba a cabo utilizando las barricas y aprovechando el movimiento continúo de camiones que hay entre Francia, España y Portugal. Vuestra denuncia fue anónima, es verdad, pero en la investigación salieron a flote vuestros nombres y se puso de manifiesto la importancia estratégica de tu zona.
Tengo un informe completo sobre ti, un informe que se hizo aún mas exhaustivo cuando decidieron montar una base de operaciones en Zamora, un piso franco frente a tu piso. Y eso sí que fue coincidencia, no se buscaba ni que fuéramos vecinos, ni que yo entrara en contacto contigo, pero la ubicación, el tamaño y las características del edificio hicieron que fuera el mas adecuado.
Antes de que me instalara enviaron a preparar el terreno a una persona de mi equipo, la que tu conociste como mi madre y que no lo es. Ella fue la primera en hablarme de ti, entusiasmada y al mismo tiempo dolida por tener que engañarte.
Estaban sentados frente a frente, separados por la mesa y por unos meses de los que aún le quedaba a Juan mucho que contar. La cara de Tina no decía nada, estaba rígida, atenta, sin reaccionar. Juan se quedó en silencio y mirándola entre anhelante y preocupado.

Di algo, por favor.

No antes de saberlo todo. Me habías dicho que todo empezó con la muerte de una mujer. Continúa.

domingo, 7 de diciembre de 2014

El caso de las sonrisas tristes (ST16--ST19)

ST 16.-Sólo para tus ojos

Y continuó. Fue poniendo una tras otra todas sus cartas sobre la mesa, mientras Tina escuchaba sin pestañear.
Juan se había visto sometido a muchos interrogatorios en su vida, había pasado por el tercer grado de los suyos y de los otros, se le había entrenado para ello; pero no estaba preparado para desnudar su alma, para ir contando los hechos ante unos ojos que sólo esperaban en silencio lo que él quisiera darles y por los que estaba viendo pasar reflejadas las escenas que él iba desplegando, viéndolas y reviviéndolas en ella, con el asombro, el horror y el miedo que no le había dado tiempo a sentir en su momento.
Tampoco estaba preparado para no ver el mas mínimo atisbo de duda ante un relato cuajado de situaciones límite en las que él había tenido que intervenir: ella le creía.
Inconscientemente, mientras hablaba, había subido sus mangas, como el mago que quiere mostrar que no hay nada escondido, que todo está a la vista y que ya no hay más trampas. Y cuando al terminar de hablar Tina le pasó la mano por el pelo, para dejarla luego sobre su antebrazo desnudo, supo que ella lo aceptaba.




ST 17.-Pero la realidad siempre supera a la ficción


La viña en esta época del año aparecía despeinada, apenas queda ya ninguna hoja y los vientos de otoño agitan las varas que están esperando la poda. Es un paisaje desaliñado, un poco resacoso, como recién levantado después de una larga noche de fiesta. Tina estaba caminando entre las cepas y sentía que, si se pudiera ver, su estado de ánimo tendría el mismo aspecto que ellas.

Juan, finalmente, había optado por sincerarse. Según él habían sido demasiadas las coincidencias para no tomarlas en serio, el destino le empujaba a ponerse en sus manos. Sí, como la canción. Sin embargo aquí la letra era más larga y más compleja.

Durante el par de horas que  le había estado escuchando contar con tanta sencillez historias que parecían entremezclar capítulos de las series de AXN o Calle 13. se había sumido en un estado de estupor que la había dejado anestesiada para reaccionar. Y, a pesar de que los medios, la ambientación y los delitos de los que hablaba eran tan modernos, ella se veía como formando parte de una película de cine negro en blanco y negro.

Infiltrado. Un infiltrado muy bueno, uno de los mejores, según él. Y, por lo que a ella atañía, podía dar fe, le sentía presente en todas sus fibras. Y eso es lo que asustaba tanto. Tina no tenía miedo a verse involucrada por el trabajo de Juan ni por sus riesgos, vivir siempre es un riesgo, lo que tenía era miedo a verse involucrada en su vida.


ST18. Cegadas por el brillo de las luces.


Ellas seguían creyendo en los cuentos de hadas y cualquiera puede hacerse pasar por príncipe azul y conquistarlas con coronas de cartón y purpurina. Caen atrapadas, atraídas por el brillo de un hombre guapo y rico, un hombre de película al que creen haber embrujado, que llena de regalos y ropa bonita, las mima e introduce en un mundo al que se han acostumbrado viendo culebrones y leyendo novelas. Son guapas, muy jóvenes y con estilo. Beatrices arrancadas de la clase media que son conducidas en un viaje rápido por el paraíso para dejarlas caer inmediatamente en un infierno en el que no falta ninguna de las opciones de un menú que Dante no llegó a conocer ni de lejos.

Eran la especialidad de la banda, el bocado con el que premiaban a sus clientes especiales.

Juan llevaba ya más de un año tras ellos y estaba a punto de desmantelar todo el entramado. La última comida con la cúpula había sido crucial para conseguir la información que le faltaba y se iba a dejar la piel para conseguirlo. Se lo debía a esa chica que, no pudiendo soportarlo más, había preparado un último viaje burbujeante con Cristal y cristal, dejándose ir, más bella que nunca, sonriendo a la única salida digna que creía que le quedaba.

Tenía continuamente clavada esa sonrisa triste, como bandera de todas las chicas que él había visto explotadas por el Inglés y para otros como el Inglés.
Y tenía iluminándole la mirada franca de Tina, a la que se había prometido no volver hasta terminar con este caso.


ST19.- Punto y aparte.

Todo salió según lo previsto.
Al Inglés le gustaba utilizar los diamantes como medio de pago y así unir un tráfico con otro, no perder ocasión de llevar a cabo un negocio. Era una transacción importante, no sólo por el volumen sino porque suponía la apertura de un nuevo mercado y al mismo tiempo el hallazgo de un nuevo proveedor que, al contrario de la gente con la que venía trabajando, no apestaba a vulgaridad y delincuencia.
Un tipo elegante este Juan. Misterioso, callado, discreto..., sin mas preguntas ni mas respuestas que las estrictamente necesarias. Sin tratar de intimar. Business is business puro y duro.

Juan no quería que atraparan al Inglés en la redada. Tenía organizado todo segundo a segundo y preparada minuciosamente la huida en la que le llevaría consigo. A él le quería fuera y quería además que le debiera una, seguir ganando su confianza para ir conociendo al resto de contactos laterales y superiores. El Inglés no era mas que la imagen, Juan estaba seguro de que el cerebro lo tenía otro.
Y sí, todo salió según lo previsto, así que podía desaparecer por unos días, no la temporada que había dicho el Inglés que convenía que se quitaran del medio y no tuvieran contacto, pero sí por unos días.
Con o sin niebla, Juan tenía por delante un luminoso y largo fin de semana.

sábado, 6 de diciembre de 2014

El caso de las sonrisas tristes (ST 20-ST23)


ST 20.-El influjo del reflejo de la luna

Condujo toda la noche sin parar más que para tomarse un café y cambiar de coche en el punto concertado. Era una paliza, pero prefería conducir, evitando dejar rastros por los aeropuertos. Además le relajaba mucho viajar solo, poner música y dejarse llevar por ella.
Dejó aparcado el coche justo detrás de los camiones en el inmenso parking del área de carretera. Fue a la barra, pidió también un bocadillo con aspecto gomoso y preguntó al camarero si de casualidad tendría algo para el dolor de cabeza o si tendría alguna farmacia de guardia cerca. Al tiempo que el camarero le decía que no, un tipo con aire bonachón se acercó a ofrecerle una pastilla, mientras discretamente le deslizaba en el bolsillo de la chaqueta las llaves del coche de relevo que le estaba esperando.
No había avisado a Tina de su llegada y podía encontrarse con la desagradable sorpresa de que ella se hubiera ido de fin de semana. O que estuviera con alguien. O que estuviera con Jules.
Tina no tenía porqué cambiar su vida ni siquiera si decidía dejarle formar parte de ella, incluso si lo hacía, tendrían que mantener una cierta distancia de seguridad y, por supuesto, los dos pisos. Pero…¿qué estaba pensando? 
La luna llena que iluminaba el Duero cuando por fin llegó a Zamora le debía de estar afectando para pensar en vivir con una mujer con la solo se había besado una vez.
A duras penas se mantuvo despierto mientras se daba una ducha antes de dejarse caer en su cama y dormir tan profundamente como no recordaba haberlo hecho desde hacía años.
Despertó desorientado, ubicándole la fachada modernista del edificio que estaba frente al suyo y que veía a través de la ventana de su cuarto. Era casi mediodía.
Chequeo su correo sin levantarse de la cama, asegurándose de que todo seguía en orden y podía disfrutar de unos días libres.
Y decidió no llamar a Tina.
Decidió dejar que fueran el azar o ella los que decidieran el encuentro.




ST 21.- Dando vueltas a la hoguera.

Dejar que fueran el azar o Tina los que decidieran el encuentro, cuando compartían el rellano del mismo edificio, era fácil y bastante infantil, era tanto como decir: no quiero forzarte a verme, pero no te va a quedar otro remedio.

Aún teniendo días libres Juan debía mantener una serie de rutinas de trabajo y no podía dejar de hacer, al menos, media hora de entrenamiento, así que, no sin esfuerzo, salió por fin de la cama y se dispuso a cumplir con todas las tareas lo antes posible para poder salir a correr un rato.

Tina había madrugado para dar una vuelta por la viña y disfrutar del brillo de la primera helada. Vio como las visitas entraban y salían, se acercaban hasta las cepas para probar los racimos que colgaban solitarios después de haber escapado a la vendimia. Uvas dulces a las que ya quedaban pocos días. Sarmientos desnudos listos para ser podados y alimentar hogueras. Fuegos purificadores tan tradicionales en estas fechas. Corros para compartir castañas, ritos en los que no faltaban el cordero y el vino.
No era mala idea organizar algo con todos los ingredientes para hacer que esta noche de luna llena tuviera la magia que pedía la fecha.



ST22.- Confesándose con Yago

Tina necesitaba hablar con alguien, tenía que poner en limpio sus emociones o iba a volverse loca, así que se fue a casa de su mejor amigo, su confidente, Yago.
Se lo encontró inmerso en su último proyecto y había convertido en mesa de trabajo toda la habitación.
Yago era guapo cuando estaba callado y quieto, como para hacerse una foto, pero cuando empezaba a manejar todas sus armas de seducción, cuando hablaba y cuando miraba, era muy difícil centrarse en la conversación para cualquier persona que no fuera Tina, que le conocía demasiado y le quería casi como a un hermano.

Yago sacó una botella de vino, sirvió dos copas y se dispuso a escucharla en silencio. A los dos les pasaba lo mismo cuando tenían problemas, necesitaban ser oídos por el otro para ver las cosas más claras.

Se llama Juan-dijo Tina-no se exactamente que edad tiene, cerca de cuarenta calculo, uno noventa y algo, muy, muy atractivo. Bueno, ya lo conocerás. Es el vecino del que ya te había hablado, el misterioso, el que va y viene porque tiene un trabajo que le obliga a viajar mucho.
-El vecino por el que estás colada desde el primer día que le viste-dijo Yago-. Y te asusta lo que sientes.
.


ST23.- No hay sábado sin sol...

Correr era para Juan bastante más que mantenerse en forma, hacerlo junto al Duero le parecía un regalo, uno de esos placeres cotidianos que la vida le había enseñado a apreciar tanto.
Vivir siempre caminando por el filo, tener que sumergirse en el fango para sacar cosas en limpio, la peligrosa adrenalina que sentía cuando estaba expuesto al riesgo, necesitaban la purificación de correr hasta agotarse, romper la niebla empujándola con sus hombros y disfrutar de los reflejos de la ciudad sobre el rio entre dos luces.

Tina salía a la calle medio dormida, con la pereza de las mañanas de sábado. No estaba preparada para encontrarse con ese pedazo de hombre que llegaba corriendo con la camiseta pegada por el sudor, como una provocación a cualquier intento de razonamiento. Ella se quedó sujetando la puerta para dejarle entrar y él entró al portal absorbiéndola entre sus brazos como un tornado. Se quedaron allí, quietos, abrazados, sin hablar, bloqueados por la intensidad de las emociones que estaban sintiendo.

Rita, la anciana que vivía en el primero, se quedó mirando con ternura a la pareja mientras arrastraba el carrito sigilosamente por el portal, de vuelta del mercado. Amor y pasión, eso es lo que cuenta, pensó, lástima que a veces sea demasiado tarde cuando lo aprendemos.