jueves, 8 de enero de 2015

El Clan de los Clunys



Juan en el Clan

Por distintas razones todos estaban muy nerviosos. Todos menos Yago que, una vez finalizado el rodaje y con la seguridad de haberlo hecho bien, estaba continuamente con la sonrisa en los labios y ya inmerso en otro proyecto.
El estreno de la nueva campaña de la bodega Estancia Piedra sería por fin en Multicines Zamora el miércoles 17. Yago, que aún no había visto mas que el teaser y algunas fotos sueltas, sabía que había quedado bien y sabía que tanto al director como al cliente les había encantado y eso era todo lo que necesitaba saber.
Así que llamó a Tina para invitarla a cenar. Había estado intentando contactar con ella desde el viernes, pero no le cogía el teléfono. La verdad es que le había dejado un poco preocupado después de su visita y de verla tan enamorada de un hombre del que apenas sabía nada. Nunca la había visto así.

Sólo el sonido insistente del teléfono de trabajo, y eso después de la sexta llamada, había conseguido despegar los brazos de Juan del cuerpo de Tina, haciendo que ambos volvieran a la realidad. Se levantó de la cama buscándolo y dejándola a ella con una fantástica perspectiva para que sus ojos se acostumbraran a la escasa luz de esa mañana neblinosa.

—Juan, ya tenemos de nuevo en acción al Inglés. Ha vuelto a Londres y se ha puesto en contacto con el clan de los Clunys. Tomate unos días más, si quieres, pero la semana próxima te quiero de vuelta al trabajo.-

Oír la voz de su jefe no era la mejor manera de empezar el día, así que Juan pensó darse una segunda oportunidad y volvió a refugiarse bajo las sábanas de Tina.


Un día de Fiesta

Por fin Tina había dado señales de vida y había llamado a Yago a primerísima hora de la mañana para felicitarle por su cumpleaños. No le había despertado. Yago tenía un toque Da Vinci en su forma de vivir y trabajar: actor, cantante, bailarín, pintor, tallista... creativo; así que dormía poco para que le diera tiempo a hacer una cantidad razonable de las cosas que quería.

—Podrás felicitarme en persona —dijo Yago—, salgo ahora para allá y llegaré para tomar unos vinos a mediodía y luego ir a Multicines Zamora para el estreno. He quedado con todos en el Ágape a las dos. Dime que voy a verte, anda. Y dime que nos presentarás a Juan.

—Sí, claro que sí. Yo no trabajo hasta mañana y quiero presentaros a Juan antes de que se vaya contestó Tina.
—¡Menos mal!, creí que lo habías secuestrado para que no te lo quitara nadie— dijo Yago entre risas.

Juan pensaba aprovechar cada uno de los minutos de su faceta de persona normal. Salir con Tina, conocer a sus amigos, disfrutar con ella. Estaba preparado para volver al trabajo, pero también ahora estaba preparado para que su trabajo no le dejara sin vida y había tenido la suerte de encontrar a la mujer con la que poder compartirla.

El Clan de los Clunys podía esperar hasta el lunes Confiaba en su equipo para que actuara mientras tanto.


La vuelta al trabajo

Yago estaba en una nube desde el miércoles, el spot había sido todo un éxito y le estaban llegando nuevas ofertas de trabajo, algunas muy interesantes. Sin embargo era demasiado pronto para tomar una decisión, no quería apresurarse. Necesitaba volver a tener los pies en la tierra y para ello nada mejor que sentir el tacto de la madera y ver como tomaba forma bajo sus manos.

Juan, por otras razones, también estaba en una nube y también tenía que ir tomando contacto con la realidad gradualmente para no darse un batacazo al pasar del sosiego de su ritmo de las últimas semanas y del calor del cuerpo de Tina al frío y la soledad de su trabajo como agente infiltrado. Así que decidió irse documentando sobre los últimos golpes del Clan de los Clunys mientras seguía disfrutando del fin de semana.


Distintas tierras, distintos sabores.

Al Clan de los Clunys les encantaba que les llamaran así porque eran fervientes admiradores de Ocean’s Eleven, su jefe imitaba descaradamente a Danny Ocean en su forma de vestir y de moverse y así es como se había ganado su apodo y el nombre de la banda.
A Juan le caían bien. Le gustaban estos ladrones a la antigua usanza, elegantes, con normas firmes a las que siempre se atenían y que nunca cometían delitos de sangre. Estaban especializados en el robo de obras de arte, aunque hacían otros trabajos si les parecía que podían suponer un reto o ser divertidos.
La razón de que Juan se infiltrara en la banda no eran ellos: ellos le iban a servir de tapadera sin saberlo. Necesitaba un “trabajo” que le diera prestigio y en el que le tuvieran localizado los que realmente eran su objetivo. Sabía que los Clunys necesitaban un conductor y él era uno muy, muy bueno.

Tina continuaba con la poda, entre nieblas y aún con pocas heladas, aunque su cama había estado gélida esta noche, sintiendo por primera vez la falta de Juan.


Noches y Nochebuenas

A Tina lo que más le gustaba del día de Nochebuena no era la noche sino el día.
Trabajaba por la mañana y a partir de mediodía comenzaba a celebrarlo, primero con gente del trabajo y después continuaba con los amigos hasta entrada la tarde. Luego, ya en casa, dejaba pasar la noche como una más, hasta hace un par de semanas no tenía a nadie especial con quien querer compartirla.
Este año era diferente porque echaba de menos el calor de su amor reciente, pero lo había aceptado tal y como era, tal y como podía ser, y eso incluía que, cuando Juan estaba trabajando infiltrado, no tenía manera de localizarlo y tampoco debía albergar muchas esperanzas de que él lo hiciera.

Yago tenía aún en los labios el sabor de ese beso furtivo de la última fiesta: olor a leña, luz de hoguera y vino tinto. Ella, Lucia, reivindicaba su nombre cada vez que parpadeaba y el intercambio de miradas había sido mas elocuente que cualquier conversación.

Ella, como Juan, tampoco estaría cerca esta noche. Yago la pasaría con su familia, después del vino torero que tendría con Tina y el resto de sus amigos.

Juan conducía. En el maletero de su coche viajaban mas de veinte millones de libras con la hermosa apariencia de un oleo impresionista.

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