sábado, 21 de junio de 2014

Entremisterios 1: Entre barricas y enólogo, o entre el I y el II



1.El juego continúa

A Jules le habían liado para jugar una partida de billar romano, un juego tradicional desconocido para él y que dos enólogos de la Borgoña afincados en el Duero y amigos de Tina le estaban enseñando.

Una media sonrisa se le escapaba continuamente, sonrisa sin relación ninguna con la conversación que mantenían los tres en francés y que aunque pudiera parecer muy interesante si no se entendía el idioma, no tenía más misterio que el de las reglas del juego.

Realmente lo que le estaba distrayendo y haciendo sonreír era el surco que le estaban marcando en la espalda los ojos de Tina a fuerza de recorrérsela en uno y otro sentido con su mirada. No tenía que volverse para notarlo. Como tampoco era producto del esfuerzo que suponía el juego todo el sudor de su camiseta.

Ellas estaban tranquilamente sentadas disfrutando de su copa de vino, viéndoles jugar mientras planeaban el largo fin de semana que tenían por delante, puesto que el lunes sería festivo local.

Tina esperaba que vinieran unos amigos de Madrid y quería aprovechar al máximo el tiempo disponible, para que vieran un montón de cosas, para enseñarles por qué disfrutaba tanto viviendo en Zamora


2. De vinos y pinchos en Valladolid

Los amigos de Tina llegaron de Madrid el viernes por la tarde, salieron en Zamora por la noche y decidieron dedicar el sábado a conocer el Valladolid de vinos y tapas.  
Habían quedado en encontrarse todos en el Farolito, quedarse un rato por la zona de la catedral y luego acercarse hasta donde Juanjo, al Abadía, a probar su tapa de concurso que, como siempre, le había quedado genial.

Jules se había ido a Burdeos, con pocas ganas bien es verdad, pero no le había quedado otro remedio porque tenía mucho trabajo pendiente allí. Se había pasado la semana insistiendo a Tina para que le acompañara, pero ella también tenía mucho trabajo ahora y, además, esperaba a sus amigos. Y esa era otra de las cosas que no habían hecho mucha gracia a Jules, irse cuando venían ellos, especialmente irse cuando venía Fernando, un antiguo compañero de universidad de Tina con quien intuía que había estado enrollada el verano pasado.

Jules no conocía a estos amigos de Tina, ni a Fernando, mas que de oídas. Mejor así, el estilo, el carácter y el aspecto de Fernando no le hubieran hecho irse mas tranquilo. No, nada, nada tranquilo.


3. Tina y Verónica, por los Herreros.

El largo fin de semana había dejado a Tina un sabor agridulce sin razón aparente. La verdad es que se lo habían pasado genial y le había gustado estar con sus amigos de Madrid, enseñarles Zamora y Valladolid y que disfrutaran de los mismos sitios y de las mismas cosas que disfruta ella, que entendieran porque se encuentra tan bien viviendo aquí.

Sin embargo se había sorprendido pensando que habría dicho Jules, o que habría hecho. O que estaría haciendo Jules en Burdeos. Se había sorprendido pensando en él continuamente.

—Creo que estás coladita por el francés, dijo Verónica cuando se encontraron el domingo tomando vinos por los Herreros.

—¡No digas bobadas, anda!. Me gusta, es interesante, divertido y lo pasamos bien. Es un amigo. Punto. Cuéntame cómo te ha ido hoy, ¿habéis tenido mucho trabajo?

—Sí, cambia de conversación si quieres, pero ya te veo como estás con Jules y como le miras —dijo Verónica— y además veo que tienes a Fernando aquí, babeando alrededor y no le haces ni caso…¡Y está buenísimo!

—Déjalo ya, por favor, que no tengo ganas de que mis amigos se enteren ni de la existencia de Jules para que no empiecen a achicharrarme a preguntas. Por cierto, sabes que tengo un misterio nuevo en marcha, no se si será algo serio o una tontería , pero ha sido Fernando precisamente quien me lo ha contado. Cuando vaya entre semana a ver la viña y haya averiguado algo mas, os digo si hay o no hay misterio a la vista.

—Y Fernando no es para tanto, te lo aseguro —dijo Tina a Verónica al tiempo que las dos se volvían a mirarle pedir en la barra, luego se miraron entre ellas y soltaron una carcajada simultáneamente.

—Bueno, la verdad es que sí es para tanto, sí que lo es —continúo Tina riendo—, para que vamos a negar la evidencia, pero creo que nos conocemos demasiado y si alguna vez hubo un momento, ya pasó.

—Eso nunca se sabe, guapa —remató Verónica, viéndole venir hacia ellas con las copas de vino en las manos, como una ofrenda..

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